No son periodistas, ni actores, ni celebridades. Las personas casi no los conocen, ni jamás los vieron en persona, pero los siguen y casi siempre se identifican con sus publicaciones. Saben que lo que tienen para decir sobresale entre el resto de los millones de contenidos lanzados a las redes sociales a cada segundo. Por eso no paran de ganar seguidores: «me gusta», «retuits» y «shares» en Facebook, Twitter o Instagram. Lo que se traduce en presencia, credibilidad y, por ende, capacidad de influencia. Esos son los influencers, las nuevas estrellas del marketing digital.
Su éxito en el mundo online llevó a las y los influencers a la fama. Son personas apasionadas por distintos temas, que eligen compartir en las redes su visión particular de lo que las apasiona, y eso las vuelve expertas, capaces de marcar tendencia y generar cambios en los hábitos de consumo.
Dueños del don más apreciado en la era de la información, es decir, filtrar lo que vale la pena conocer y lo que no, son capaces de contagiar curiosidad, entusiasmo y orientar las tendencias de consumo.
Por eso las marcas están dispuestas no solo a regalarles sus productos e invitarlos a presentaciones, viajes y estadías en los lugares más insólitos del mundo para conquistar su aprobación, sino también a contratarlos como embajadores, esponsorearlos en sus emprendimientos digitales y pagarles honorarios a la altura de estrellas del espectáculo y los deportes.
Su éxito se debe a que en los últimos años los usuarios tienden a creerles más a sus pares que a las marcas.
De hecho muchos viven de lo que cobran por pautas publicitarias en medios sociales. Sin embargo, la gran mayoría surgió naturalmente a partir de sus intereses personales y, casi sin proponérselo, se convirtió en un profesional de las redes.
Es lo más común que googleemos algo que queremos comprar para conocer las opiniones de otros usuarios. Las recomendaciones, los videos y las comparaciones que encontramos en internet determinan mucho más nuestra decisión de compra que lo que una marca dice de sí misma en sus propias webs o en sus publicidades.
Esto llevó a modificar las estrategias de marketing y publicidad de las marcas, para adaptar al mundo digital el formato clásico que recurre a la imagen de los famosos para asociarla a las marcas.
Hoy, este lugar también lo ocupan los influencers. Ellos supieron utilizar las distintas herramientas virtuales y armaron sus comunidades o grupos de seguidores, y eso es un valor muy grande para las empresas que quieren vender sus productos. Y además se distinguen por una especie de código no escrito pero inquebrantable: opinar con libertad.