A lo largo de los últimos años, las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y sus aliados han sido una de las herramientas más debatidas en el intento de hacer frente al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. Originalmente, estas medidas fueron diseñadas con el objetivo de presionar a la administración venezolana para que emprendiera reformas democráticas y restaurara el orden constitucional. Sin embargo, diversos expertos coinciden en que, en lugar de debilitar al régimen, las sanciones han terminado por agravar la crisis humanitaria en el país, aumentando el sufrimiento de los ciudadanos y reforzando el control de Maduro sobre el poder.
En un reciente evento titulado Venezuela at a Crossroads: Reassessing Sanctions–The Best Way Forward?, organizado por la Universidad Internacional de Florida (FIU) y el Instituto Jack D. Gordon de Políticas Públicas, varios expertos analizaron las consecuencias de las sanciones sobre la economía y la política venezolana. Entre ellos, Christopher Sabatini, académico en Chatham House, destacó que las sanciones no solo no han conseguido el objetivo de derrocar al régimen, sino que han tenido efectos inesperados y nocivos, como la migración masiva y el colapso humanitario.
“Las sanciones no han producido el efecto deseado. En lugar de provocar un cambio de gobierno, lo que hicieron fue prolongar el sufrimiento de los venezolanos”, comentó Sabatini, subrayando que el daño causado a la población no es un resultado inevitable, sino un efecto secundario no previsto de las sanciones.
A pesar de las severas sanciones, el régimen de Maduro ha logrado no solo mantenerse en el poder, sino también adaptar su estrategia económica para contrarrestar los efectos de las mismas.
Oliveros explicó que, en lugar de perder el control sobre los recursos, el gobierno ha encontrado formas de vender el crudo venezolano a países como China y Rusia, a través de mecanismos poco transparentes que no solo evitan las sanciones, sino que incluso han incrementado la economía ilícita.
“Cuando Estados Unidos decide revocar las licencias, lo que hace es colocar más petróleo bajo el control de Maduro. Las sanciones, en algunos casos, han favorecido la economía ilícita”, advirtió el economista.
Las sanciones han afectado profundamente al sector privado, incrementando los costos de los bienes y servicios, y dejando a los ciudadanos con pocas opciones para subsistir en medio de una economía colapsada.
En palabras de Brian Fonseca, director del Instituto Jack D. Gordon de Políticas Públicas, las sanciones han exacerbado la crisis humanitaria y han disuadido las inversiones occidentales en el país, lo que a su vez ha reforzado los lazos de Venezuela con potencias como Rusia y China. “Las sanciones no han logrado el cambio de gobierno y, además, han socavado los intereses de Estados Unidos, acercando a Venezuela a nuestros rivales geopolíticos”, señaló Fonseca, quien también advirtió sobre el riesgo de que, a largo plazo, las sanciones conduzcan a una mayor presencia de países no interesados en la democracia, como Rusia, China, Irán y Turquía.
Un Cambio de Enfoque: Sanciones Personales como Solución
En este contexto, los expertos han sugerido una revalorización de la estrategia de sanciones. En lugar de centrarse en sanciones generales y punitivas que afectan a toda la población, se ha propuesto una focalización en sanciones personales, dirigidas a los líderes del régimen y sus aliados. Esta medida permitiría presionar directamente a los responsables del gobierno sin que las consecuencias recaigan sobre el pueblo venezolano.
Feliciano Reyna, activista de derechos humanos, subrayó que las sanciones deben ser vistas como una herramienta de negociación, no como un mecanismo unilateral para derrocar al gobierno. “Las sanciones deben ser utilizadas de manera estratégica, para presionar a quienes están realmente en el poder, sin permitir que el pueblo siga pagando el precio”, señaló Reyna, destacando la necesidad de un enfoque más equilibrado que no permita que las sanciones sean aprovechadas por los actores más poderosos del régimen.
El caso de Venezuela demuestra que las sanciones económicas, aunque bien intencionadas, pueden tener efectos contraproducentes si no se aplican de manera estratégica y focalizada. La lección clave para la política internacional es que, en lugar de atacar indiscriminadamente a la economía nacional, las sanciones deben centrarse en los actores que realmente sostienen el poder del régimen. Solo a través de un enfoque más inteligente y dirigido se podrá generar una presión real sobre los responsables del sufrimiento venezolano, sin agravar aún más la miseria de la población y sin causar una migración masiva que desborde a la región.