Bolivia generará electricidad basada en fuentes renovables frente a una menor producción de gas producto de la declinación de algunos campos y la ausencia de descubrimientos de nuevos pozos.
La apuesta es la planta fotovoltaica más grande y alta del mundo, ubicada en la población altiplánica de Ancotanga, a 3.700 metros sobre el nivel del mar, y con más de 300.000 paneles fotovoltaicos emplazados en 214 hectáreas.
La planta de Ancotanga, junto a otras similares y tres plantas eólicas, son parte del plan nacional para sustituir energías fósiles y convertir al país en exportador.
La producción de gas natural está alrededor de los 44 millones de metros cúbicos día (MMm3/d), un 28% menos en comparación con el 2014, según datos oficiales.
El ministro de Hidrocarburos y Energías, Franklin Molina, informó que el objetivo es «diversificar la matriz energética del país incorporando fuentes de energía renovable y amigables con el medioambiente en reemplazo del consumo de combustibles fósiles».
«Como país hemos trazado una línea para lograr una robustez de nuestra matriz eléctrica», agregó el funcionario boliviano.
«Nuestro país tiene una potencialidad enorme en cuanto a fuentes de energías renovables (…), el aprovechamiento está por debajo del 10 por ciento», sentenció Molina.
Bolivia tiene la capacidad instalada para generar cerca de 3.800 megavatios (MW) y el consumo interno apenas llega a 1.600 MW, por lo que los planes de exportación de electricidad en vez de gas son parte de los objetivos del país.
Molina explicó que el Gobierno lanzó una serie de incentivos de carácter impositivo para la importación de coches eléctricos e híbridos, y la instalación de plantas de ensamblaje de ese tipo de vehículos, ante la gran oferta de electricidad,
El país utiliza energía solar, eólica, hidráulica y de biomasa, pero depende principalmente de las centrales termoeléctricas (71%), que consumen el gas natural que se exporta a Argentina y Brasil.
«Vamos a ir incrementado la potencia disponible de las energías renovables (…) y ese gas que en este momento está siendo destinado para el consumo de electricidad va a ser destinado a la exportación», señaló el ministro.
Las exportaciones de gas boliviano atraviesan un momento “muy frágil”, porque el país no tiene la capacidad de cumplir las exigencias de los mercados argentino y brasileño.
Bolivia también necesita el gas para garantizar el funcionamiento de su planta de amoníaco y urea, fábricas de cemento, la industrialización de yacimientos de hierro y la postergada industria petroquímica, entre otros proyectos.
La economía boliviana no solo tiene que sustituir el uso del gas con otras energías, sino también resolver la subvención estatal a los combustibles.
Bolivia gasta cerca de US$ 1.200 millones anuales en la importación de combustibles, pero además pierde unos US$ 300 millones en la subvención, de acuerdo con información oficial.