Las reservas de la biósfera son territorios representativos de los diferentes hábitats del planeta, que abarcan tanto ecosistemas terrestres como marítimos y que fueron seleccionados por su interés científico.
Están reconocidas internacionalmente, aunque permanecen bajo la soberanía de sus respectivos países, y no están cubiertas ni protegidas por ningún tratado. Por ello, tampoco están libres de la explotación humana.
Latinoamérica, la región más desigual del planeta, también es una de las más biodiversas, con miles especies de plantas y animales únicos que corren el riesgo de desaparecer. De hecho, de las 700 que existen en todo el mundo, 132 están en la región.
«La biodiversidad en América Latina, de la misma forma que está afectada, puede ayudar a la solución, porque existen ecosistemas que ofrecen servicios», sostuvo Marcelo Kork, jefe de la Unidad de Cambio Climático y Determinantes Ambientales de la Salud de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
«Dichos ecosistemas pueden ser utilizados como sumideros de emisiones de dióxido de carbono y de otros gases de efecto invernadero», agregó.
En tal sentido, Serena Heckler, directora de los programas de mitigación del cambio climático para América Latina y el Caribe de la Unesco, señaló: «Las reservas de biósfera son territorios donde se buscan formas de desarrollo sostenible, conservación y producción de conocimientos indígenas y locales para poder vivir en armonía con la naturaleza», explicó
En total, cubren más del 5% de toda la superficie terrestre. En América Latina se encuentran repartidos en 22 países.
México es el país de la región que encabeza la lista, con 42 reservas nacionales que abarcan más de 62 millones de hectáreas; el segundo es Argentina con 15, que están ubicadas en entornos muy diferentes a lo largo de todo su territorio, incluidos los glaciares de la Patagonia; y el podio lo completa Chile, donde fueron adheridas más de cinco millones de hectáreas en 2019, con 10.
Completan la lista Brasil y Ecuador (siete), Cuba (seis), Colombia y Perú (cinco), Costa Rica y Honduras (cuatro), Bolivia, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Paraguay (tres), Haití, Panamá, Uruguay y Venezuela (dos), y República Dominicana (una).
Cada reserva de biósfera busca combinar tres funciones interconectadas: conservación, desarrollo y apoyo logístico. Además, contribuyen a la búsqueda activa de soluciones y alternativas técnicas para problemas ambientales globales, como el cambio climático.
Entre los problemas concretos que ponen en riesgo el papel clave de las reservas de la biósfera están la tala ilegal y la expansión de cultivos.
«En América Latina la situación es grave porque tenemos un problema ambiental, un problema político, un problema social y un problema económico. Y tenemos que ser realistas con ese escenario», enfatizó Kork.
«Pero el mayor problema es que siempre vamos a lo urgente y no lo importante, hasta que lo importante se convierte en urgente», finalizó.