El Congreso de Honduras tiene dos presidentes paralelos

Dos presidentes paralelos fueron designados para el Congreso de Honduras, en ceremonias separadas, a solo cuatro días de la asunción de la presidente electa, Xiomara Castro, quien se impuso con muchísima ventaja en las elecciones del 28 de noviembre pasado.

La inédita situación profundizó una crisis desatada el viernes y echó un manto de incertidumbre sobre la ceremonia de asunción de la mandataria electa de izquierda, prevista para este jueves.

Por un lado, 18 diputados disidentes del partido de Castro, Libertad y Refundación (Libre), con apoyo de fuerzas de derecha, eligieron como presidente del Congreso a Jorge Cálix en la sede de un centro social.

Por otro, legisladores de Libre leales a Castro nombraron a Luis Redondo, del Partido Salvador de Honduras (PSH), en el edificio del parlamento.

Acusado de «traidor» por Castro, Cálix prometió sin embargo trabajar para el cumplimiento del programa de la presidente electa.

«Nuestra agenda legislativa tiene como prioridad hacer realidad el plan de gobierno de Xiomara Castro», afirmó el parlamentario.

Cálix logró el apoyo de 79 legisladores, incluidos 44 votos de Partido Nacional (PN, derecha), del gobierno saliente, para presidir el Congreso.

Castro había llegado a un acuerdo con el PSH para designar a Redondo, quien recibió 96 votos -incluidos los de legisladores suplentes- en la sede parlamentaria.

Se requieren 65 votos para lograr la dirección del Congreso, la mitad más una de las 128 bancas.

Castro se juramentará como presidente el 27 de enero en una ceremonia que se celebrará en el Estadio Nacional de Tegucigalpa y a la que asistirán autoridades de varios países, entre ellos la vicepresidente de Estados Unidos, Kamala Harris

El Congreso quedó integrado por 50 diputados de Libre, 44 del PN, 22 del Partido Liberal (PL, derecha), 10 del PSH y dos de otros partidos.

 

Escándalo

El Congreso de Honduras inauguró el viernes sus labores legislativas 2020-2026 con la elección de su directorio provisional en medio de golpes, gritos y empujones por parte de 20 diputados del partido de la presidente electa, Xiomara Castro, quien, al igual que su marido y exmandatario, Manuel Zelaya, denunciaron «traición» y pidieron la expulsión de los «rebeldes».

La trifulca comenzó luego de que el ministro de Gobernación, Leonel Ayala, abriera la sesión y un grupo de 20 diputados del partido Libertad y Refundación (Libre, izquierda) propusiera como presidente provisional a Jorge Cálix, uno de los disidentes, lo que violaba un pacto con el partido aliado.

Ayala llamó a Cálix a subir a la mesa de la directiva y lo juramentó. En medio de gritos de «traidores» y «Xiomara», siete diputados leales a Castro subieron a agredir a Cálix y lo obligaron a huir.

Horas más tarde, Castro acusó vía Twitter a los disidentes de «traicionar el acuerdo constitucional» y «hacer alianzas con los representantes del crimen organizado, la corrupción y el narcotráfico» del derechista Partido Nacional (PN).

Por su parte, Zelaya publicó en la misma red social: «Procede la expulsión de quienes traicionaron el proyecto de refundación de nuestra patria» prometido por Castro.

El diputado de Libre, Rasel Tomé, denunció que Ayala, quien pertenece al oficialista PN, «ilegalmente le cedió la palabra» al grupo de disidentes que «traicionaron el mandato que el pueblo dio a Xiomara Castro» en las elecciones pasadas.

La crisis al interior de Libre, sin embargo, estalló anoche, cuando Castro -que ganó en las elecciones del 28 de noviembre al candidato del PN, Nasry Asfura- convocó a los 50 diputados de su partido para pedirles que apoyaran al legislador Luis Redondo como presidente del Legislativo, pero 20 no asistieron al encuentro.

«La ausencia de los 20 diputados es el augurio de una traición contrarrevolucionaria al partido y al pueblo hondureño que derrocó la narcodictadura al imponer un plan de la élite corrupta que dirige (el actual presidente) Juan Orlando Hernández», declaró la mandataria electa tras la reunión.

Castro ganó las elecciones con la propuesta de impulsar transformaciones sociales que rescaten al país de la pobreza, la corrupción y el narcotráfico que infiltró las estructuras del Estado, lo que fue bien visto por Estados Unidos al favorecer su política antimigratoria.