Un estudio realizado por científicos de Argentina, España y Costa Rica advirtió que el cambio climático -que ya generó un aumento de episodios meteorológicos extremos como olas de calor, sequías e inundaciones- también impactará sobre la biodiversidad de las especies, con la probabilidad de una migración de serpientes y escorpiones a las ciudades.
«El cambio en las temperaturas del planeta y otros factores climáticos podría producir accidentes por mordeduras de serpientes y otros animales venenosos en lugares donde antes no había», reveló el científico argentino Pablo Ariel Martínez, quien con colegas de Costa Rica y España acaba de publicar un trabajo en la revista especializada Global Change Biology.
Martínez, quien trabaja en el Laboratorio de Investigación Integrativa en Biodiversidad de la Universidad Federal de Sergipe, en Brasil y en el Laboratorio BioMa de la Universidad Rey Juan Carlos, en Móstoles, España, contó que a veces hay una percepción extremadamente negativa de los animales venenosos desde la mirada humana.
Sin embargo, -según él y sus colegas José Maria Gutiérrez, Miguel Ángel Olalla-Tárraga y Talita Ferreira Amado- no solo cumplen un rol en los ecosistemas al contribuir al control de otras especies como los roedores, sino que además son fuente de sustancias que pueden servir para el tratamiento de diversas enfermedades humanas.
«Los venenos de animales constituyen una fuente rica, y en gran medida inexplorada, de moléculas novedosas que podrían ser compuestos principales para el desarrollo de nuevos fármacos y reactivos de diagnóstico para una variedad de enfermedades como la artritis, la diabetes, el cáncer, la trombosis, la hipertensión, la insuficiencia cardíaca y el ataque cerebrovascular», explicaron en el trabajo conjunto que publicaron en Global Change Biology.
Pero las poblaciones de las especies de animales venenosos podrían verse afectadas por el impacto de la crisis climática.
«Muchas especies de animales venenosos pueden disminuir su área de distribución o incluso extinguirse. Si eso sucede, se perderían especies que son muy importantes para el control de plagas, como por ejemplo los roedores que son unos de los principales alimentos de muchas serpientes», agregaron.
«Pero no todas las especies serán afectadas negativamente por los cambios climáticos, muchas podrán aumentar sus áreas de distribución. Es decir, habría más individuos de animales venenosos en áreas donde no había, podría haber más en áreas donde ya habitaban o podrían migrar de áreas», aclararon.
La serpiente Bitis y los escorpiones Tityus, lejos de extinguirse
En el estudio, los científicos destacaron el caso de la serpiente africana Bitis rhinoceros, que está adaptada a ambientes áridos en África; y los escorpiones del género Tityus en América del Sur.
A partir de modelos matemáticos consiguieron prever que en el futuro existirán grandes regiones con condiciones climáticas adecuadas para la supervivencia de esas especies: ampliarán su distribución.
Ese cambio podría implicar nuevos desafíos para la salud pública porque la serpiente Bitis llegaría a países como Guinea-Bissau, Niger o Senegal, donde actualmente no está presente o lo está en muy baja densidad.
Un caso similar ya se dio con los escorpiones del género Tityus en América del Sur, donde diversas especies se acoplaron al ambiente urbano y causaron miles de accidentes en niñas y niños que viven en esos lugares.
«El escorpión Tityus serrulatus se adaptó muy bien a las áreas urbanas de San Pablo, Brasil. También ya hay estudios previos de colegas sobre el escorpión Tityus carrilloi, que se encuentra en Argentina, donde se aclimató a vivir en ambientes urbanos, entre escombros, basurales y lugares oscuros dentro de las viviendas», detalló Martínez.
«Cuando hablamos de cambio global, implica uno climático y modificaciones del habitat. La ocupación de zonas urbanas se da porque hay una degradación de su ambiente natural. Entonces algunas especies, como el escorpión Tityus carrilloi, encuentran en los ambientes urbanos un lugar para sobrevivir y reproducirse. Pero la mayoria de las especies no se adaptan a los ambientes urbanos», aclaró el biólogo argentino.
En tal sentido, el coautor y profesor Gutiérrez comentó: «El profundo cambio climático en curso y las consecuentes alteraciones en los ecosistemas tendrán un efecto que aún no conocemos en la incidencia de los envenenamientos por mordeduras y picaduras de animales venenosos, un tema esencial para la salud pública global», puntualizó.
Ante esa posibilidad, los investigadores remarcaron que la humanidad puede actuar ahora para que más catástrofes no sucedan en el futuro.
«Sin duda, reducir las emisiones de CO2 y la deforestación será clave para evitar la pérdida de especies, así como reducir el impacto de las zoonosis e interacciones dañinas de los humanos con las especies venenosas”, sostuvieron.
También propusieron que debería haber una mayor interdisciplinariedad entre personas que trabajan en ecología, toxicología y salud pública, con un fuerte componente de participación comunitaria para poder anticiparse a los cambios y tomar medidas preventivas adecuadas.
La realidad en números
Los seres humanos y los animales de ganadería entran a menudo en contacto con especies venenosas y sufren accidentes que pueden provocar lesiones graves o incluso la muerte.
Hoy se calcula que cada año se producen entre 1,8 y 2,7 millones de casos humanos de envenenamiento por mordedura de serpiente, con un resultado de entre 81.000 y 138.000 víctimas mortales y 400.000 personas con secuelas físicas y psicológicas permanentes.
El mayor impacto por este tipo de incidentes se produce en Asia, África subsahariana y América Latina.
Por su relevancia para la salud pública, los envenenamientos por mordedura de serpiente fueron incluidas en la lista de enfermedades tropicales desatendidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El envenenamiento por picadura de escorpión es un problema de salud importante en algunas regiones del mundo, que provoca 1,2 millones de casos y más de 3.000 muertes al año, y los envenenamientos por arañas, otros artrópodos y organismos marinos también constituyen un peligro médico.