El comandante interino del Distrito Militar Central de Rusia, Rustam Minnekayev, sugirió que tomar el control del sur de Ucrania le serviría a Moscú como un corredor para ganar acceso a Transnistria, una región separatista prorrusa ubicada en Moldavia.
«El control sobre el sur de Ucrania es otra forma de llegar a Transnistria, donde también hay hechos de opresión contra la población de habla rusa», afirmó Minnekaev, según la agencia de noticias rusa Interfax.
Su discurso hizo que Moldavia expresara su «profunda preocupación» convocando al embajador ruso en el país y desde entonces la región separatista ya sufró varios incidentes.
El lunes, un edificio en el centro de Tiráspol, la capital regional, resultó afectado tras un ataque con lanzagranadas, y el martes se registraron explosiones en el centro de radiotelevisión del pueblo de Maiak, cerca de la frontera con Ucrania.
Tras los últimos eventos, la presidente de Moldavia, Maia Sandu, convocó una reunión del Consejo Supremo de Seguridad del país (CSS).
La Oficina para la Reintegración de Moldavia asegura que las explosiones «buscaban crear pretextos para poner a prueba la situación de seguridad en la región de Transnistria, que no está controlada por las autoridades constitucionales».
Por su parte, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, advirtió la noche del martes que la guerra de Rusia contra Ucrania es «solo el comienzo».
«El objetivo final de Rusia no es solo apoderarse del territorio de Ucrania, sino desmembrar todo el centro y el este de Europa y darle un golpe a la democracia global», añadió.
Las autoridades de Moldavia aseguraron este miércoles que durante la noche del martes se registraron disparos en un pueblo que alberga un gran depósito de municiones.
Precisaron que los ataques con drones fueron lanzados desde Ucrania, pero Kiev afirmó que se trata de una operación de «bandera falsa» destinada a desestabilizar la región y arrastrarla a la guerra.
Pasado soviético
Transnistria es una pequeña región limítrofe con Ucrania que se encuentra al oeste de Moldavia, un país que formó parte de la Unión Soviética (URSS) desde 1940 hasta su disolución a principios de 1990.
Poco antes del colapso total de la antigua potencia comunista estalló allí un conflicto entre la recién independizada República de Moldavia y grupos separatistas en Transnistria, que deseaban mantener lazos con Moscú.
La guerra civil no duró mucho, pero desde el cese el fuego en julio de 1992 se encuentran estacionadas cerca de 1.500 tropas rusas para «mantener la paz» en el territorio.
Con el fin del conflicto, Transnistria declaró su independencia. Pero, aparte de otras regiones en disputa como Abjasia, Nagorno Karabaj y Osetia del Sur, ningún estado miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la reconoce.
Autonomía total
Transnistria cuenta con su propia Constitución, gobierno, ejército, moneda y hasta pasaportes, que son prácticamente inútiles.
Es tan autónomo que incluso las autoridades moldavas admiten que no tienen control sobre el territorio.
La mayoría de su población de alrededor de 500.000 habitantes tiene doble o triple nacionalidad, sea rusa, moldava o ucraniana.
A menos de 70 kilómetros al sureste de Chisináu, la capital de Moldavia, yace Tiráspol con sus 130.000 habitantes, una pequeña ciudad que a menudo se describe como «atrapada en la URSS».
En esta capital regional no faltan calles con nombres de ídolos comunistas o fechas importantes de la era soviética ni tampoco una gran estatua de Lenin que se impone frente al edificio del Parlamento local de estilo brutalista.
Vínculos con Rusia
Desde que Transnistria declaró su independencia hace 30 años, la población de Tiráspol disminuyó en -al menos- un tercio.
La mayoría de sus habitantes se fueron a buscar trabajo afuera, muchos a Rusia, debido a que las perspectivas económicas se desplomaron tras la caída de la Unión Soviética.
Los salarios en esa región son incluso más bajos que en el resto de Moldavia, que es uno de los países más pobres de Europa.
Aunque los tres grupos étnicos predominantes de Transnistria (los rusos, los ucranianos y los moldavos) tienen un tamaño similar, el ruso es la lengua dominante.
Asimismo, las banderas de Rusia ondean junto a las de Transnistria -la única en el mundo que aún incluye una hoz y un martillo- en muchos edificios de la ciudad.
Un gran depósito de armas
Transnistria también es conocido por albergar el mayor arsenal de la Guerra Fría: un depósito con unas 20.000 toneladas de armas y municiones.
Aunque según sus críticos una explosión en este lugar podría generar una detonación equivalente a la de la bomba de Hiroshima, otros expertos señalan que eso es poco posible, y que se trata de armas viejas y en desuso.
El depósito de armas de Kolbasna, cerca de la frontera con Ucrania, fue erigido en la década de 1940, cuando Moldavia aún formaba parte de la Unión Soviética.
Con el fin de la Guerra Fría se convirtió en el lugar donde fue guardado el armamento que traían consigo las fuerzas soviéticas al retirarse de Alemania oriental, Checoslovaquia y otros países del antiguo bloque comunista.
En una cumbre de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), realizada en 1999 en Estambul, Moscú aceptó retirar una parte de las municiones y armas que guardaba en Transnistria.
Entre los años 2000 y 2004, se llevó trenes enteros cargados de armas y municiones procedentes del depósito de Kolbasna, donde para entonces se estimaba que había unas 40.000 toneladas de este material.
Ese proceso, sin embargo, quedó paralizado por decisión de las autoridades de Transnistria y no pudo ser reactivado.
En septiembre de 2021, en su discurso anual ante la Asamblea General de la ONU, la presidente de Moldavia, Maia Sandu, reiteró su petición para el retiro de las tropas rusas de Transnistria y la eliminación de las armas y municiones guardadas en Kolbasna.
Pero Moscú se negó a permitir que otras fuerzas asuman el resguardo del material o las tareas de mantenimiento de paz en la zona.