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Cumbre de las Américas: error de cálculo y mala lectura del presente regional

El grito rasga el silencio e interrumpe al secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) durante un evento al margen de la Cumbre de las Américas de esta semana en Los Ángeles: «¡Luis Almagro, usted tiene sangre en sus manos! ¡Por usted, hubo un golpe en Bolivia!».

Almagro exige a los gritos al joven que se retracte y no mienta, ante un asombrado auditorio de estudiantes que se miran, funcionarios nerviosos, policías que se preparan a intervenir y fotógrafos y camarógrafos que buscan el mejor ángulo del escándalo.

Al final, no fue para tanto. El activista socialista estadounidense Walter Smolarek fue sacado por la policía y liberado rápidamente sin cargos, en la calle, dos pisos más abajo. Pero su clamor pareció resonar más allá de ese hotel de Los Ángeles.

Al día siguiente, el presidente Alberto Fernández pedía ante su par estadounidense Joe Biden y los demás líderes americanos una reforma de la OEA y la remoción de Almagro por «facilitar» un golpe en Bolivia en 2019.

Luego el canciller de México apoyó la propuesta de Fernández en su discurso en la cumbre.

Haber dado tal centralidad a la defensa de la democracia en la primera Cumbre de las Américas desde el golpe de Estado en Bolivia contra el ex presidente Evo Morales no parece haber sido el mejor cálculo del Gobierno de Biden.

La anterior administración estadounidense de Donald Trump y Almagro reconocieron -en su momento- a las autoridades de facto de Bolivia, que hoy están siendo juzgadas.

Tampoco parece haber sido la mejor lectura de Washington del panorama político regional.

La cumbre de Los Ángeles debería haberse celebrado el año pasado, pero se postergó por el coronavirus. Desde la anterior Cumbre de las Américas, en Lima, Perú, en abril de 2018, mucha agua corrió bajo el puente en la región.

Un mes después, Nicolás Maduro fue reelecto en Venezuela. A los pocos días, el líder opositor Juan Guaidó se proclamó presidente venezolano. Trump lo reconoció de inmediato. La OEA declaró ilegítimo el mandato de Maduro.

Ocho meses después de la cumbre de Lima, Andrés Manuel López Obrador se convirtió en el primer presidente de izquierda de México de la historia reciente elegido en comicios plenamente democráticos.

Meses más tarde, en octubre de 2019, Morales fue reelecto en Bolivia. La oposición denunció fraude y convocó protestas, y el mandatario renunció presionado por el Ejército y la policía. Fue reemplazado de manera ilegal por Jeanine Áñez.

Días después, Almagro llamó a Áñez «presidenta del Gobierno provisional de Bolivia» tras haber hablado de supuestas irregularidades en los comicios.

Al mes siguiente, Fernández llegó al poder en Argentina. Con su ayuda, Morales se exilió primero en México y después en Buenos Aires y luego regresó a Bolivia.

Su partido socialista ganó las elecciones en 2020 y recobró el poder, de la mano de Luis Arce. Áñez fue condenada recientemente a 10 años de cárcel por la forma en que asumió la Presidencia.

Este año, tres gobernantes de izquierda reemplazaron a otros de derecha en Chile, Perú y Honduras: Gabriel Boric, Pedro Castillo y Xiomara Castro, respectivamente.

En Brasil, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva es el favorito para las elecciones de octubre próximo, mientras que en Colombia el ex senador Gustavo Petro puede hacer historia este mes y transformarse en el primer presidente de izquierda del país.

En ese contexto, al Gobierno de Biden le pareció una buena idea excluir de la cumbre de Los Ángeles a Cuba, Nicaragua y Venezuela por antidemocráticos.

Las consecuencias eran previsibles

López Obrador confirmó que no iba a estar presente el mismo día que empezaba la cumbre, y a su previsto boicot ya se habían sumado Arce, Castro y otros líderes centroamericanos.

Estados Unidos trató de pasar página rápidamente anunciando esta semana con bombos y platillos en Los Ángeles una serie de iniciativas para la región, pero eso no evitó que la polémica acompañara la cumbre hasta el final.

Los discursos en las reuniones de mandatarios dieron a Fernández, Boric, y al canciller mexicano, Marcelo Ebrard, la oportunidad que buscaban de hacer oír a Biden su descontento.

«Ser país anfitrión de la Cumbre no otorga la capacidad de imponer un derecho de admisión sobre los países miembros del continente», planteó Fernández.

«La arquitectura, fundamentos y función de la Organización de los Estados Americanos está agotada. Estoy solamente recogiendo lo que he escuchado, más lo que es la posición nuestra también, y nos unimos a ellos», declaró Ebrard.

El despliegue público de división y recriminaciones fue otro revés diplomático para el Gobierno estadounidense, además de las ausencias.

Biden diseñó la cumbre a fin de dar un poco más de pelea a las inversiones de China en las Américas y mostrarse diligente en problemáticas continentales de impacto en su país que le suman votos en un año electoral clave, como la inmigración.

China financia grandes proyectos de infraestructura en América Latina y el Caribe, a las puertas de Estados Unidos.

El Gobierno de Biden intentó rivalizar con China con fondos estatales, pero las leyes para ello están bloqueadas en el Congreso por la oposición republicana. Así que trató de reclutar a las grandes corporaciones para hacerse cargo del esfuerzo mientras tanto.

El resultado fue que todas las medidas de ayuda económica a la región anunciadas por Estados Unidos durante la cumbre fueron compromisos de inversiones privadas.

De manera paradójica, el único aporte monetario directo de Estados Unidos para la región anunciado esta semana en Los Ángeles fueron 331 millones de dólares para prevenir la inseguridad alimentaria, un tema que no estuvo en la agenda del encuentro.

La inflación en Estados Unidos, una de las cuestiones que más se le reprocha a Biden, alcanzó su récord interanual en mayo, al ubicarse en el 8,6%, mientras Washington envía armas a Ucrania para que pueda sostener la guerra contra Rusia, que disparó los precios de los alimentos.

Mientras los líderes retomaron las plenarias de la cumbre, Biden finalmente habló de inflación y medidas para contenerlas, pero no en el encuentro con sus pares americanos, sino en un discurso en el puerto de Los Ángeles, para una audiencia interna.