El dúo del que saldrá el próximo presidente de Brasil ha chocado este domingo por la noche, durante su primer debate a solas, con machaconas acusaciones mutuas de mentir. Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro se han enfrentado en un cara a cara sin vencedor claro, que ha estado marcado por un tono relativamente respetuoso entre ambos en medio de una campaña electoral virulenta y plagada de acusaciones de calibre grueso. Los brasileños elegirán a su presidente dentro de dos domingos.
Ninguno de los dos ha cometido ningún error grave ni ha logrado imponerse. La paga de 600 reales para los más pobres, el retraso en la compra de vacunas y los escándalos de corrupción han sido los principales temas abordados.
Aunque el intercambio televisado ha sido llamativamente civilizado, visto el clima imperante en los últimos meses, no ha estado exento de choques. El izquierdista Lula ha llamado “dictadorcillo” al presidente Bolsonaro además de acusarle de “cargar con 400.000 muertos a sus espaldas por su negligencia y su negacionismo”. Y como, en los anteriores debates, Bolsonaro ha contraatacado con los escándalos de corrupción que afectaron al Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, diciendo que cuando gobernó la izquierda el robo de dinero público fue sistemático y dirigido a beneficiar a los amigos.
Lula, que fue encarcelado por corrupción para después ver sus condenas anuladas al final de un largo periplo judicial, es consciente de que este es su principal punto débil. El expresidente se defendió diciendo, que, “si hubo corrupción en Petrobras, se agarró al ladrón porque se investigó y fue castigado”.
El presidente actual ha dedicado buena parte de sus intervenciones al Auxilio Brasil, una paga mensual de 600 reales (unos 115 euros) que reciben 20 millones de pobres. Las encuestas indican que poco a poco va ganando apoyo entre las masas de los más necesitados, que son un electorado tradicional del PT.
Era el tercer debate entre los candidatos presidenciales, pero en esta ocasión estaban ellos solos, sin los adversarios derrotados en primera vuelta. El formato ha sido muy ágil, basado sobre todo en preguntas que se hacían el uno al otro. Como estaban obligados a dejar que el otro terminara su argumentación antes de empezar a hablar, por primera vez sus compatriotas han tenido ocasión de escuchar algunas propuestas y argumentos de Lula y de Bolsonaro.
Además, podían moverse por el escenario, lo que ha permitido ver interactuar a los dos hombres que encarnan una polarización jamás vista en Brasil. Por un instante, Bolsonaro incluso le ha colocado la mano en el hombro a Lula. Casi todo el tiempo se han tratado el uno al otro de señor, lo que supone un fortísimo contraste con una campaña que tras la primera vuelta se ha vuelto aún más virulenta, con acusaciones de satanismo, zoofilia o pederastia.
El cara a cara ha acabado en empate. Los comentaristas sostienen que Lula ha ganado el primero de los dos principales bloques y Bolsonaro, el segundo. El analista Thomas Traumann ha tuiteado: “¿El debate ha convencido a alguien? Lo dudo. Ha servido para reforzar los mensajes clave de las campañas y para sacar cortes para hacer vídeos para difundir en redes”.
Quedan por delante dos semanas en las que ambos seguirán viajando por todo el territorio, a veces con paradas en varios Estados en la misma jornada, para afianzar sus electorados e intentar atraer algunos de los pocos votos huérfanos que quedan. Concluida la primera vuelta, los equipos de ambos candidatos han estado más centrados en destruir la reputación del adversario para desgastarle que en detallar sus escasas propuestas.
Los dos candidatos están convocados a otros tres debates, pero aún no han confirmado su presencia. El último sería dos días antes de los comicios.