Kenyer Méndez aprendió el break dance en la calle, atravesado en un cruce con semáforos, entre las ciudades Caracas y Maracay, con conductores sumidos en el tedio de tránsito como sus principales aficionados y el respaldo de unos cuantos billetes en la gorra luego de una muestra de sus acrobacias. Así lo hace la mayoría de los cultores del breaking —los bboy— una disciplina que cruza cultura callejera y condición física y que probará sus cualidades deportivas en las próximas Olimpiadas de París en 2024, como otras tendencias que se han ido incorporando a las competencias con la intención de renovar el público de los juegos.
Kenyer, de 28 años, regresó a Venezuela hace unos meses para visitar a su familia y sacar su pasaporte luego de pasar cinco años como migrante, girando por Colombia y ganando competencias de breakingen Cali, Cartagena y Medellín. Al volver, inesperadamente, consiguió patrocinio para seguir, y empieza a despuntar con un equipo de jóvenes para ganarse un lugar dentro del ciclo olímpico en curso. “Hace cinco años emigré cuando vi que la cosa se estaba poniendo dura en Venezuela, como en 2016. Decidí aprovechar que en Colombia se podía trabajar y vivir completamente del baile con los street shows en plazas donde la gente sale a pasear y entrenar”, cuenta. “Al mes de volver a Venezuela conseguí un patrocinio y ahora estoy aprovechando para competir a nivel nacional y proyectarme a nivel internacional, aunque igual tengo que salir a semáforo a hacer un dinerito extra”.
Como bboy, Kenyer también busca un record inédito en una de las piruetas clásicas de esta disciplina: el deslizamiento de cabeza sobre una tabla pegada al casco. “Es un movimiento que trae desgaste del cuello pero tengo la resistencia y paso dos o tres horas haciéndolo y he logrado desplazarme desde 8 hasta 15 metros”
Hace unos 20 años, el hip hop, movimiento cultural del que es parte el breaking, era de unos pocos en Venezuela. “Éramos unos 60 entre cantantes, DJ, bailarines y grafiteros”, cuenta Alberto Quintero, que vivió su adolescencia en los noventa y hoy, con 37, años entrena a ocho futuros atletas olímpicos venezolanos. “Aunque el hip hop nació con los latinos e inmigrantes en Estados Unidos, el estilo latino del breaking tardó en llegar acá, pero luego generó una tendencia que siempre fue muy cultural para ser artística y muy artística para ser deporte”, explica Quintero, quien una década atrás se presentó en Miraflores ante el presidente Hugo Chávez. “El señor quedó loco”, comenta de esa actuación.
El año pasado, Venezuela se trajo una medalla de plata en el debut del BMX free style con la participación de Daniel Dhers en los juegos de Tokio, también en una disciplina callejera que por años ha desafiado las normas de orden público en las ciudades hasta que fue entendida como un deporte y logró espacios para su práctica. El grupo que se prepara para París 2024 también coquetea con ese sueño. Para ello crearon la federación nacional hace dos meses, han comenzado a competir oficialmente en el país y planifican su participación en citas internacionales para ir labrando un futuro en las eliminatorias olímpicas.
Como entrenador y cultor, Quintero dice que el breaking tiene mucho de calle y poco de academia, como el mismo hip hop que lo contiene. “Pero todos los deportes comenzaron en la calle y luego se organizaron y así fue que tuvimos la noticia de que el breaking iba a entrar en las Olimpiadas. Ahora tenemos cuatro ciclos olímpicos para demostrar si somos un deporte”.