El portero del eterno rival de los xeneizes ataja en el último minuto un penalti a Racing, al que le bastaba con ese gol para proclamarse campeón
Pasaron tantas cosas en 90 minutos, pero en especial en los últimos 15, que se recordará durante años. Boca llegó a la última fecha como único líder, con 51 puntos, uno de ventaja sobre el escolta, Racing. El destino quiso que, según el fixture, ambos definieran el título contra sus clásicos rivales, pero de manera cruzada: Boca recibiría a Independiente (el equipo que ganó más Copas Libertadores de la historia, siete, pero lejos de su vieja gloria, y anclado en mitad de tabla tras una mediocre campaña) y Racing debía jugar como local contra River, también sin chances de salir campeón, ya en el último partido de Marcelo Gallardo como técnico. La rivalidad entre Boca y River no hace falta explicarla, pero la de Independiente contra Racing es tan grande que está considerada como el segundo clásico de Argentina: solo 300 metros separan sus estadios, en Avellaneda, a pocos kilómetros de la capital argentina.
Durante toda la semana, parte de la discusión de los futboleros fue si Independiente y River jugarían para ganar o disimularían sus esfuerzos. El fútbol en Argentina –y no sólo en Argentina- se convirtió en algo tan visceral que, para muchos fanáticos –no todos-, importa tanto un triunfo propio como una derrota ajena, en especial si es la del clásico rival. La paradoja del domingo era que, si Independiente vencía a Boca o le arañaba un empate, le estaría dando una gran mano a Racing –su rival más antagónico- para salir campeón. Lo mismo en el caso de River: un triunfo ante Racing implicaría una ayuda para Boca, aunque el xeneize, en principio, dependía de sí mismo. Alimentado por algunos antecedentes históricos de empates y derrotas sospechadas, con equipos que jugaron con el pie fuera del acelerador para perjudicar a su contrario, en las calles y en los grupos de whatsapp el debate era “¿qué harían Independiente y River?”.
Lo que hicieron este domingo fue jugar con nobleza, a ganar, sin especulaciones, y la definición de la Liga Profesional –un torneo exótico, indescifrable, con 28 equipos, armado en función de los intereses dirigenciales más que de la excelencia deportiva, y con arbitrajes que parecen funcionales al poder- fue taquicárdica en los dos estadios. Primero Independiente se puso en ventaja a los 32 minutos del primer tiempo con un penal convertido por Leandro Fernández y, durante unos pocos segundos, Racing alcanzó a Boca en la punta de la tabla –por lo que habría un desempate-, pero a los 34 empató Pol Fernández y la Bombonera recuperó el liderazgo.
En el comienzo del segundo tiempo, Boca se puso 2-1 con un gol del colombiano Sebastián Villa y parecía sacarle una gran diferencia a Racing, que seguía empatando 0-0 con River: 54 puntos a 51. Pero al guion de la tarde aún le faltaban muchas oscilaciones, casi como si siguieran una ficción: Racing se puso en ventaja con un penal del paraguayo Matías Rojas, aunque todavía no le alcanzaba para superar a Boca: 54 a 53. Menos aún cuando otro colombiano, Miguel Borja, anotó el gol de 1-1 para River. Boca, cuyo encargado del fútbol parece ser tanto el vicepresidente, Juan Román Riquelme, como el técnico del equipo, Hugo Ibarra, volvía a sacar tres puntos: 54 a 51.
Pero a falta de 9 minutos, un cabezazo de Javier Vallejo, un joven de 18 años, marcó el inesperado 2-2 para Independiente en la Bombonera. La diferencia de Boca pasaba a ser de un punto, 52 a 51, por lo que a Racing le faltaba un gol para ganarle a River y consagrarse campeón. Ocurrió lo nunca visto: Boca empezó a hinchar por su clásico rival. Ya en el minuto 90, en Avellaneda, Racing tuvo un penal a favor. Si Jonathan Galván lo convertía, la vuelta olímpica se mudaría de La Boca a Avellaneda. En un remate desde los 12 pasos se definiría la liga. Pero fue entonces que Franco Armani protagonizó la atajada de la historia de River más celebrada de la historia de Boca. En el recuerdo inmediato saltó el jugador del Deportivo La Coruña, el serbio Miroslav Djukic, cuando erró un penal en el último minuto de la temporada de La Liga española 1993/94 –y el Barcelona terminó consagrándose campeón-.
Con Boca incapaz de conseguir el gol del triunfo que le diera tranquilidad y automáticamente le diera el título –su partido con Independiente terminó 2 a 2-, la Bombonera pasó de festejar el penal atajado por Armani a gritar el segundo gol de River, también convertido por Borja, ya en el minuto 95, el que definió el triunfo 2-1 de River y dio inicio a una nueva vuelta olímpica de Boca, la segunda en el año, tras la Copa de la Liga ganada en mayo.
“Teníamos que resguardar nuestra inteligencia y dignidad”, dijo Gallardo. el entrador de River, sobre el final de la tarde. “Lo que me gustaría destacar es que en un país donde todo se sospecha de todo, donde todo está cruzado, todo es tan mezquino, que parece hasta vacío de valores, nosotros creemos que desde el fútbol a veces tenemos la posibilidad de sembrar semillas que signifiquen que se puede tener respeto y dignidad por la profesión, por el fútbol, por la pasión que nos genera a todos este deporte”, agregó. Gallardo terminó su extraordinaria trayectoria, con 14 títulos en 8 años y medio, con un triunfo que fue vital para la consagración de Boca.
La cuenta oficial de Independiente, a su vez, publicó en su cuenta de Twitter: “No regalamos los colores. Nunca vamos para atrás”, un mensaje que implicó una crítica a Racing, el gran derrotado de hoy, y cuyos jugadores en 2013 habían jugado presionados por su barra brava para dejarse perder en un partido contra Quilmes (un resultado que terminó colaborando para el descenso de Independiente).
Más allá de la ayuda de su rival, Boca construyó su título con una regularidad superior al resto de los equipos durante las 27 fechas del campeonato. No le sobró brillo -sus últimos 12 triunfos fueron por un gol de diferencia- pero nadie tuvo la solidez del equipo de Ibarra. Villa, con 7 goles, fue el máximo anotador del campeón, que también tuvo picos altos en el arquero Agustín Rossi y en una de las revelaciones del torneo, el delantero juvenil Luca Langoni.
Fuente: El País