Estados Unidos y China, dos de las economías más grandes del mundo, apuestan por invertir en Latinoamérica, una región plagada de sistemas económicos frágiles, pero que cuenta con grandes oportunidades.
Una delegación del gobierno de Joe Biden visitó América Latina este mes para explorar planes de inversión en obras públicas, que podrían ayudar a Estados Unidos a contrarrestar la influencia de China en la región.
Emily Horn, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Biden (NSC), explicó que el propósito de la gira por Colombia, Ecuador y Panamá era «escuchar directamente a una variedad de partes interesadas latinoamericanas y comprender mejor las necesidades de infraestructura dentro de estos países y dentro de la región».
«Esta visita demuestra el compromiso del presidente Biden de fortalecer nuestra relación con América Latina y cerrar las brechas globales en infraestructura física, digital y humana ampliadas por la epidemia del Covid-19», agregó.
El viaje formó parte de la iniciativa B3W (un acrónimo de «Built Back Better World» en inglés) que el presidente de Estados Unidos lanzó en junio con los líderes del G7, un grupo de importantes potencias industriales.
B3W se ofrece como una alternativa a la «Nueva Ruta de la Seda» de China (también conocida como BRI en inglés), que la compañía asiática propuso en 2013 para ganar influencia global con el desarrollo de infraestructura en países de ingresos bajos y medios.
Durante los últimos 20 años, China logró fuertes avances contra Estados Unidos, convirtiéndose en el primer socio comercial de casi todos los países sudamericanos, otorgando préstamos a bajo interés e invirtiendo en proyectos de energía, puertos y carreteras, principalmente en Argentina, Brasil, Chile, Perú y Venezuela.
Por su parte, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en la clausura del II Foro Académico de Alto Nivel CELAC-China y el VI Foro de Think Tanks China-América Latina y el Caribe, sostuvo que la cooperación entre China y la región «ofrece una oportunidad para reducir las asimetrías globales y apoyar una recuperación económica transformadora inclusiva que promueva el desarrollo sostenible en línea con la Agenda 2030».
«Esto nos obliga a repensar el multilateralismo y, en este marco, la cooperación entre China y la CELAC, para dar respuestas colectivas a los efectos combinados de la pandemia, del cambio climático y a las crecientes desigualdades en términos de ingreso, riqueza, de economía digital y de acceso al financiamiento», agregó.
«América Latina y el Caribe debe buscar mantener, cultivar y profundizar relaciones constructivas, armónicas y respetuosas con todos los actores del sistema internacional, con la brújula puesta en sus propios intereses, en la tarea impostergable de construir su propia ruta al desarrollo», finalizó.