La grave crisis económica y social que enfrenta Cuba en la actualidad derivó en un éxodo masivo de sus ciudadanos a Estados Unidos, en marzo fueron más de 32.000 los que llegaron a la frontera con México -el doble del mes anterior-, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza estadounidense (CBP, por sus siglas en inglés), que en muchas oportunidades son víctimas de los tan conocidos criminales llamados «Coyotes».
Tal es el caso de Claudia, su marido y su hijo, quienes desesperados por irse de Cuba, lograron obtener visados para México en La Habana, el primer paso de un viaje que los puso en manos de redes criminales de tráfico de personas que son conocidas por cobrar miles de dólares a los migrantes por un cruce seguro hasta la frontera con Estados Unidos, según la cadena estadounidense CNN.
Claudia, quien pidió que no se utilizara su nombre real en este reportaje por su seguridad, contó que decidió abandonar Cuba después de que estallaran las protestas generalizadas de julio de 2021 por los cortes de electricidad, la escasez de alimentos y la falta de libertades civiles.
El gobierno cubano atribuyó las protestas a Washington con el fin derrocar al Gobierno de Miguel Díaz-Canel. De hecho los fiscales acusaron a más de 700 personas de sedición y desobediencia civil en los mayores juicios masivos desde el inicio de la revolución cubana.
«Ya no podía más después del 11 de julio. Me voy por mi hijo, por su futuro. Me he pasado todo el día haciendo fila para que él pueda tomar un yogur. Trabajo en un hospital estatal por US$ 50 al mes. Básicamente trabajo gratis», relató Claudia.
Después de fingir ser turistas durante dos días en Cancún, México, Claudia y su familia fueron informados por los traficantes mexicanos con los que se pusieron en contacto que debían volar desde la Ciudad de México hasta Mexicali, una ciudad de más de un millón de habitantes situada justo en la frontera con Estados Unidos.
«En el pequeño avión a Mexicali viajamos con muchos compatriotas cubanos. Los contrabandistas nos advirtieron que la policía de México nos detendría al llegar al aeropuerto y que pusiéramos US$ 100 en cada uno de nuestros pasaportes», continuó.
Y siguió: «La policía de México detuvo a todos los cubanos de mi vuelo y de otro procedente de Guadalajara, que transportaba mayoritariamente pasajeros cubanos, que llegó al mismo tiempo».
«Los cubanos de los dos vuelos fueron llevados a una estación de policía cercana y los oficiales se quedaron con sus pasaportes. Allí la policía nos dejó libres, junto con los otros cubanos que habían puesto un soborno de US$ 100 en sus pasaportes. Los demás permanecieron detenidos», indicó.
Después de salir de la custodia policial, Claudia se contactó nuevamente con el traficante con el que habían estado en contacto. «Nos recogió en un auto y nos llevó a una casa en construcción en el desierto mexicano», prosiguió.
«Allí un puñado de contrabandistas armados nos dijo a más de 30 migrantes que esperáramos en dos habitaciones sofocantes hasta que pudiéramos intentar el cruce de la frontera. Una de las habitaciones estaba llena de personas de diferentes países», recordó.
«Había colombianos, bangladesíes, venezolanos, nicaragüenses y haitianos -detalló-. Parecía que el mundo entero estaba allí. La otra sala estaba llena de cubanos», sentenció.
El final de la historia
«Luego los contrabandistas nos dejaron a nosotros y a los otros migrantes en un camino de terracería cerca de la frontera de Estados Unidos en la oscuridad después de señalarnos el camino a tomar», indicó Claudia.
«El camino estaba lleno de basura y de los abrigos de otros migrantes que habían realizado el trayecto antes que nosotros», añadió.
Y continuó: «Nos dijeron que no usáramos las luces de nuestros teléfonos y que mantuviéramos en silencio a los niños».
«Pero el grupo se desorientó rápidamente hasta que una de las personas, un colombiano, utilizó una aplicación de mapa en su teléfono para guiarlos de vuelta hacia la frontera con Estados Unidos», subrayó.
Al llegar a la frontera, Claudia señaló: «A la distancia vimos luces, un McDonalds, desde el lado de Arizona».
«Llegamos entonces a un hueco en el muro donde alguien nos había dejado una caja con agua y barras de chocolate», contó.
Y siguió: «Poco después, los agentes de la CBP llegaron para transportarnos a un centro de detención en Yuma, donde fuimos entrevistados, nos tomaron las huellas dactilares y nos hicieron pruebas de covid. Mi hijo fue examinado por un pediatra».
Menos de 24 horas después, la familia fue liberada tras solicitar asilo. Se pusieron en contacto con sus parientes en Florida, que les compraron pasajes de avión para llegar a Miami.
Según la Ley de Ajuste de 1996, los cubanos que pasan un año en Estados Unidos pueden solicitar la residencia permanente.
Por último, Claudia afirmó: «Todavía estoy desorientada por la vida en Estados Unidos, pero el peligroso viaje de mi familia valió la pena. Me siento liberada. Ahora soy otra persona, me siento renacida», concluyó.
Una historia de vieja data
Los cubanos, durante los diversos gobiernos comunistas que vivieron a lo largo de su historia, intentaron migrar a Estados Unidos en búsqueda de libertad y una mejor calidad de vida.
En 1980, durante el «puente marítimo del Mariel», se calcula que 125.000 cubanos huyeron en una flotilla de barcos; mientras que en 1994 unos 35.000 hicieron el peligroso viaje en balsas improvisadas.
Sin embargo, este éxodo actual parece que será aún mayor. Según los datos de la CBP, casi 80.000 cubanos llegaron a la frontera estadounidense desde México entre octubre y marzo.
El aumento de la migración se produce justo en un momento en que la adminuistración de Díaz-Canel comenzó a aligerar las restricciones de viaje relacionadas con el coronavirus.
Durante gran parte de la pandemia, el Gobierno mantuvo a la isla bajo un estricto confinamiento.
Las personas que querían viajar a menudo esperaban meses para conseguir una plaza en uno de los pocos vuelos semanales que salían.
Mientras Cuba relajaba las restricciones en noviembre, Nicaragua, aliada del Gobierno cubano, eliminó la exigencia de visado para los cubanos, lo que provocó una oleada de personas que intentaron viajar a la nación centroamericana como forma de llegar finalmente a Estados Unidos.
De repente, los cubanos empezaron a publicar en Internet anuncios en los que vendían sus casas con «todo lo que había dentro» para pagar el caro pasaje de avión.
Otros bromeaban con la idea de «ir a visitar los volcanes» de Nicaragua, una forma irónica de decir que iban a emigrar a Estados Unidos.
Muchos cubanos volaron a través de Panamá para llegar a Nicaragua, y en marzo, cuando el Gobierno panameño le exigió a los cubanos que viajaran a través del país que obtuvieran un visado de tránsito, una gran multitud desesperados, asaltó la embajada de Panamá en La Habana.