China basó su expansión en América Latina y el Caribe en estos dos años de pandemia de coronavirus en tres pilares: la diplomacia Covid; el comercio; y los vínculos políticos y «el factor Taiwán».
Con la venta de millones de dosis de vacunas contra el Covid-19, Pekín le dio un gran impulso a su industria farmacéutica con sus vacunas Sinopharm, Sinovac y CanSino; y al mismo tiempo, señalan los analistas, profundizó su influencia en la región.
Es lo que desde Occidente se tildó de «diplomacia Covid», la venta y donación de mascarillas, respiradores, equipos de protección y vacunas en medio de la urgente necesidad global de enfrentar la crisis sanitaria.
Mientras Europa y, más tardíamente, Estados Unidos, trataban de conseguir estos insumos médicos y lo que fuera necesario para salvar la vida de sus habitantes ante la veloz expansión del Covid-19, China, donde se produjo el brote inicial, reaccionó antes a la tragedia y comenzó a producirlos a toda velocidad.
Pekín aplicó duras medidas de control y aislamiento contra el virus y apenas logró poner las cosas bajo control dentro de su territorio, se posicionó como una especie de carta de salvación para los países más desesperados que no conseguían productos médicos en los primeros meses de 2020.
Uno de los primeros países en recibir ayuda fue Venezuela a mediados de marzo. Pronto siguieron países como Bolivia, Ecuador, Argentina, y en paralelo a las donaciones, comenzaron las compras por parte de los países latinoamericanos que tenían los recursos económicos disponibles, pero no encontraban el vendedor.
Y en la medida que la producción fue expandiéndose, esa práctica avanzó rápidamente durante 2021 en la región, con miras a generar acuerdos para coproducirlas con varios países, como Brasil, Perú y Argentina, en el período 2022-2024.
El comercio
En lo económico, además, el volumen de comercio bilateral entre China y la región aumentó con proyecciones que apuntan a que este año alcanzaría un nivel récord de US$ 400.000 millones, según Pekín.
Las inversiones comprometidas antes de la pandemia en proyectos de infraestructura y energía mantienen su curso, como también el avance en las negociaciones comerciales tecnológicas (como es el caso de la tecnología 5G en Brasil) y los préstamos que durante años China les ofreció a países con muy baja calificación de crédito, como Argentina y Venezuela.
Alicia García-Herrero, economista jefe de Asia-Pacífico del banco de inversión francés Natixis, en Hong Kong, y ex economista del Fondo Monetario Internacional (FMI), planteó que la pandemia «agudizó la relación de dependencia entre América Latina y China».
A una cuenta comercial con déficit y una montaña de préstamos de China hacia la región durante las últimas décadas, se sumaron nuevos elementos.
Entre ellos, la dependencia que ahora tiene Latinoamérica de las importaciones de vacunas chinas y, en algunos casos, «donaciones a cambio de favores políticos», afirma la economista.
Pero además está en juego la caída en la entrega de préstamos a la región con el aumento de la presión para el pago de las deudas contraídas.
De hecho, durante la reunión ministerial del Foro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y China, a comienzos de diciembre, el viceministro de Relaciones Exteriores Ma Zhaoxu anunció que el volumen comercial entre las partes superó en 2020 los US$300.000 millones.
En lo que se refiere a la inversión China en infraestructura, se desarrollaron 24 proyectos en la región por un valor de US$18.000 millones en 2020.
Los vínculos políticos y «el factor Taiwán»
La capacidad de Pekín para producir vacunas en masa y enviarlas a países en desarrollo generó una apertura diplomática y de relaciones comerciales, señalan los expertos, que le dio a China una ventaja respecto a los países desarrollados que estuvieron enfocados en sus propias necesidades.
En la región, aparte de las beneficiosas ventas, China también desplegó un programa de donación de vacunas.
Hace pocas semanas, el gobierno de Xi Jinping realizó la segunda entrega gratuita de vacunas a Nicaragua, luego que el país centroamericano rompiera sus relaciones diplomáticas con Taiwán.
«En el mundo sólo existe una China», dijo el ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua, Denis Moncada, asumiendo la posición de Pekín sobre el gobierno de la isla, que considera parte inalienable de su territorio.
Con el término de las relaciones por parte de Nicaragua, Taiwán quedó con solo 14 aliados diplomáticos formales en el mundo, en medio de una crispación cada vez mayor con Pekín.
En Centroamérica son Honduras, Guatemala y Belice; en el Caribe Haití, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y Las Granadinas; mientras que en Sudamérica es Paraguay.
Las últimas donaciones de vacunas a Nicaragua suman a otras entregadas a países de la región como Venezuela, Cuba, Bolivia o Perú, que agradecieron la ayuda en medio de la crisis de salud.
Mientras China ve las donaciones como un acto humanitario tras el fracaso del mecanismo COVAX acordado por las grandes potencias para ir en ayuda de los países más vulnerables, sus críticos consideran que utiliza esta circunstancia como una oportunidad para tener ventaja en la negociación de futuros negocios. Y en un sentido más amplio, para mejorar la imagen que proyecta en el mundo.
Por otro lado, una inclinación hacia la izquierda en los gobiernos de América Latina: Venezuela, Cuba, Chile, El Salvador, Perú, Nicaragua, y en su momento Ecuador, con Rafael Correa, Bolivia, con Evo Morales, y Argentina, con Cristina Kirchner, podría configurar un nuevo escenario.
No obstante, coinciden los expertos consultados, hay un elemento clave: China quiere hacer negocios. Y ese objetivo depende más bien de las oportunidades que del color político del gobierno de turno.