El aceite se encareció en todas partes del mundo, pero aún más en América Latina, debido a la guerra entre Rusia y Ucrania, y a los coletazos de la pandemia de coronavirus, que se inició a fines de 2019, lo que derivó en un aumento de la inflación.
En Chile, por ejemplo, es más barata una botella de pisco (la bebida alcohólica más común en el país), que una de aceite en algunos supermercados.
Y en México es el producto cuyo precio más aumentó dentro de la canasta de alimentos que mide el Instituto Nacional de Estadística (INEGI).
No obstante, en Reino Unido, España, Italia o Alemania se aplicaron políticas de racionamiento, con algunos supermercados poniendo un tope de compra de entre uno y tres litros por persona al día.
El problema no es solo que subió el precio, sino que en algunos negocios simplemente no hay.
El «oro líquido»
La escalada en los precios de los combustibles y los alimentos ocurre en el contexto de una inflación en pleno ascenso que afecta a todo el mundo, impulsada principalmente por la guerra en Ucrania y los efectos económicos que dejó la pandemia de covid-19.
Tanto se disparó el valor de los alimentos en el mundo que organismos internacionales advirtieron sobre un aumento del hambre en los países más pobres.
Además de otros productos alimentarios como el trigo, el maíz, o la soja -que alcanzaron precios impensables- el aceite es uno de los más afectados.
A nivel mundial, el valor de los aceites vegetales aumentaron un 46,5% en los últimos 12 meses, según el Índice de Precios de los Alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
En América Latina la inflación del aceite en el último año cubre un rango muy amplio que va desde un 9% en Bolivia, a más de 60% en Costa Rica.
El precio del ahora llamado «oro líquido», que se vende en los supermercados chilenos como «aceite vegetal», aumentó un 67% entre enero y abril de este año, según la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA), mientras que el aceite de girasol (también conocido como aceite de maravilla) subió un 63,6%.
En países como Colombia y México el incremento se ubica alrededor de un 40%, mientras que en otros como Guatemala, Panamá o Ecuador, la subida fue -en promedio-superior al 20%.
El aceite de girasol, por las nubes
Entre todos los aceites vegetales disponibles en el mercado, el que más escasea y, por lo tanto, más subió de precio, es el de girasol.
Ucrania y Rusia, conocidos como «el granero de Europa», concentraron el 71% de las exportaciones de aceite de girasol el año pasado, según la empresa especializada en análisis del mercado global del aceite ISTA Mielke GmbH, con sede en Hamburgo, Alemania.
Con la guerra -que ya lleva 82 días- el suministro bajó a niveles mínimos, un problema que se suma a la decreciente producción de los últimos años que ya tenía al mercado en aprietos.
Por tal motivo, Alejandro Betancourt, experto en aceites de ISTA Mielke GmbH, sostuvo que la producción mundial de aceites vegetales se redujo en los últimos años.
Los precios de los cuatro principales aceites -girasol, palma, colza (canola) y soja- «se han triplicado desde 2019».
Esta situación empeoró en los últimos dos meses, debido a la guerra en Ucrania y a una fuerte disminución en las exportaciones de aceite de palma, tanto por una menor producción como por las restricciones a las exportaciones impuestas en Indonesia.
«Hay una gran preocupación por la inflación de los precios de los alimentos y el agravamiento de la oferta alimentaria», sentenció Betancourt.
No se divisa un futuro prometedor
Gustavo Idigoras, presidente de la Cámara Argentina de la Industria Aceitera y Centro de Exportadores de Cereales, aseguró que «no vislumbra un futuro esperanzador».
«El mercado del aceite no tiene perspectiva de estabilizarse. Tenemos que prepararnos para al menos dos años de precios elevados desde el momento en que termine la guerra», disparó.
La situación es compleja porque confluyeron varias causas para el aumento actual de los precios, más allá de las sequías que afectaron la producción global.
Por un lado, la salida de la pandemia incrementó el consumo de aceite y la guerra en Ucrania disminuyó la oferta.
Pero hay otro elemento en juego fundamental: una alta demanda de aceites vegetales para usarlos en la industria de los biocombustibles. «Es una triple crisis por la pandemia, los biocombustibles y la guerra», concluyó Idigoras.