El derrame de petróleo frente a las costas de Lima y la provincia aledaña de Callao provocó dos debates, que quedarán pendientes hasta avanzar en la urgencia de detener y limpiar el avance de la mancha negra: la suma de negligencias que impidieron alertar sobre el desastre y los estándares de las inversiones extranjeras como la de Repsol.
El mar se tornó negro, espeso y asesino esta semana en al menos 1,8 millones de metros cuadrados por cuenta del derrame que los expertos coinciden en que dejará una huella ecológica negativa por muchos años.
La enorme mancha, que desató una ola de indignación nacional dirigida sobre todo contra la petrolera española Repsol, responsable de la operación que terminó en desastre, se desplaza ahora con lentitud hacia el norte, mientras arrasa a su paso con aves, mamíferos, peces y toda la riqueza natural de la zona.
«Condenamos el desastre ambiental provocado por la refinería La Pampilla, a cargo de Repsol. El daño ecológico en nuestro litoral es inadmisible», escribió en Twitter el presidente de Perú, Pedro Castillo, mientras su jefa de Gabinete ministerial, Mirtha Vásquez, prometía acciones.
Decenas de trabajadores y de entusiastas voluntarios, con equipos precarios y en muchos casos sin la más mínima formación técnica, tratan de limpiar, de detener el avance de la mancha y de salvar a los animales, mientras voces claman por medidas que impidan que algo así se repita.
El gobierno peruano declaró el sábado la «emergencia ambiental» por 90 días hábiles en la zona costera dañada por el derrame de 6.000 barriles de crudo hace una semana en el litoral central.
Con esta medida, las autoridades prevén realizar «el manejo sostenible de los territorios afectados», con las respectivas «labores de recuperación y remediación» para mitigar la contaminación.
El vertido en el mar, provocado por el fuerte oleaje que siguió a la erupción del volcán en Tonga mientras se abastecía una refinería operada por Repsol, ya afectó a 21 playas y causó la muerte de diversas especies marinas, en tanto causan preocupación sus económicos.
El ministro del Ambiente, Rubén Ramírez, encabeza el Comité de Crisis Ambiental y aprobó esta declaratoria para garantizar el manejo sostenible de los territorios afectados.
«El derrame de petróleo crudo constituye un evento súbito y de impacto significativo sobre el ecosistema marino costero de alta diversidad biológica y un alto riesgo para la salud pública», manifestó la resolución que declara la Emergencia Ambiental.
El Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) comprobó que el petróleo se desplazaba con la corriente en dirección norte, afectando las áreas de la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras en 512 hectáreas y la Zona Reservada Ancón en 1.758 hectáreas.
Actualmente, la Fiscalía investiga a los responsables por el presunto delito de contaminación ambiental y el buque Mare Doricum, que descargaba el petróleo, está inmovilizado en alta mar con una carta fianza de 39 millones de dólares.
Repsol indicó el viernes que retiró más de 1.580 metros cúbicos de arena comprometida y que cuenta con más de 840 personas capacitadas para esta labor de limpieza, que no calcula culminar hasta fines de febrero, lo que también fue confirmado por el Ministerio del Ambiente.
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Su origen en Tonga
Todo comenzó a miles de kilómetros de Perú, en Tonga, cuando el sábado 15 entró en erupción un volcán submarino y generó un tsunami que se extendió por el océano Pacífico en medio de las alertas de los países potencialmente comprometidos.
Perú fue una excepción, por causas que hasta ahora no se explican formalmente: la Marina de Guerra del Perú, que tiene a su cargo alertar cuando un tsunami está en camino, no lo hizo, por lo que las actividades en sus costas siguieron normales, al margen de que muchos viejos conocedores del mar intuyeron el peligro y se retiraron.
Cuando el tsunami llegó, 16 horas después de la erupción, Repsol descargaba el crudo para La Pampilla, la refinería que tiene en el distrito de Ventanilla, en El Callao, limítrofe con los distritos limeños de Ancón y Santa Rosa, extremo norte de la metrópoli capital.
Según portavoces de Repsol, al observar el «oleaje anómalo» sus operarios se contactaron con la Armada, pero recibieron de esta un parte informativo que transmitía tranquilidad, así que la faena continuó hasta que pasó lo que la multinacional española llamó «incidente».
«Claramente hay responsabilidad de la empresa», afirmó el director general en Perú de la ONG Océana -que supervisa lo que sucede en los mares-, Daniel Olivares, para quien es inverosímil que los técnicos no reconocieran los riesgos.
Para Olivares, excongresista y experimentado activista ambiental, el error de la Armada debe ser aclarado, pero no alcanza para explicar lo que ocurrió, pues la petrolera tiene equipos de detección de riesgos, como, por ejemplo, boyas que miden el movimiento del agua.
La televisión peruana y las redes sociales se llenaron imágenes que desataron indignación: las playas y las aguas cercanas de Ventanilla, Santa Rosa y Ancón fueron tomadas por el petróleo hasta tornarse irreconocibles.
Impactaron singularmente las imágenes de gaviotas y otras aves totalmente cubiertas de petróleo. Se descuenta que lo mismo pasa mar adentro y en islotes-reserva vecinos con lobos marinos, pingüinos, pulpos, crustáceos, y gran variedad de peces.
El biólogo Paolo Amaya sostuvo: «Los daños son graves, permanentes y se concentran en tres niveles en los que hay comunidades de organismos de gran valor ecológico».
Señales de alerta desde 1997
Como muchas veces se afirma en Perú, el hecho de que el problema se generara en Lima permitió que el país se diera cuenta, por fin, de un fenómeno recurrente: de hecho, desde 1997 se reportaron 1.002 derrames petroleros de diferente tamaño, la mayor parte en la selva.
Según un estudio del movimiento Oxam International, la firma Pluspetrol, a través de su filial Pluspetrol Norte -desactivada para eludir multas impuestas por el Estado por esos derrames- encabeza la lista con 306 casos de derrames, seguida por Frontera Energy y la estatal Petroperú, con 114 y 111, respectivamente.
Olympic Perú (89 casos), Petrobras Energía (81), Savia Perú (53) y Pérez Companc Perú (47) también se vieron involucradas.
Para Olivares, el interés popular que nace de la coyuntura no debe apuntar al trabajo voluntario de limpieza, que requiere de conocimientos técnicos, sino a una presión para que el Estado adopte medidas que garanticen que casos así no se repitan, lo que implica entre otras cosas el fortalecimiento del Ministerio de Ambiente y su Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental.
Para el profesor universitario Ramiro Escobar, investigador del tema ambiental, el caso de Repsol debería dejar claro que no se trata de recibir inversión «como sea», sino de imponer estándares, sin que ello sea percibido como una práctica «chavista, maoísta o de hincha de Kim Jong-un».
Olivares insistió en que desde otra cuerda se debe examinar la desatención de la Armada peruana y recordó al respecto como sus colegas de Chile y Ecuador quedaron muy sorprendidos al enterarse de que en Perú no había alarma.
Dos muertes
Una mujer de 46 años y su sobrina de 23 que caminaban por una playa en el departamento de Lambayeque fueron alcanzadas por el tsunami y se convirtieron en las únicas víctimas mortales reportadas en principio al margen de Tonga.
Aunque era una playa de antemano vetada para bañistas por peligrosa, se estima que debía haber alertas.
Las reacciones llegan de distintos lados y de distintos niveles: la ONU, por ejemplo, anunció el envío de ayuda, mientras que varias peluquerías de Lima iniciaron una campaña de recolección de cabello tras enterarse de que este es bueno para limpiar el petróleo.
Se descuenta que las huellas del desastre se notarán por meses, años. Y en el entretanto, los precarios pescadores artesanales de la zona dicen que, sumados, están perdiendo el equivalente a unos 5.000 dólares diarios.
Repsol asumió su culpa
El presidente de la empresa española Repsol en Perú, Jaime Fernández-Cuesta, admitió el domingo que la compañía tuvo un «error de percepción» sobre la magnitud del derrame de petróleo en el mar peruano el pasado día 15, y que recién conoció el impacto del «desastre ambiental» al día siguiente del suceso.
Fernández Cuesta reconoció en una entrevista que «hasta el día siguiente no fuimos conscientes de la magnitud del derrame de crudo, que fue extendiéndose con la corriente marina».
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«Seguro hemos cometido errores, el tema de la cantidad reportada en un informe preliminar, el no haber sido capaces de ver que había manchas de petróleo en el mar hasta el día siguiente», indicó el funcionario en alusión al reporte inicial de siete galones de petróleo vertido, que con el paso de las horas se convirtieron en 6.000 barriles.
Según el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), la extensión del área afectada en la playa y litoral es de 180 hectáreas, y en el mar de 713 hectáreas, de acuerdo con la última medición realizada este domingo.
El titular de Repsol agregó que «no fuimos conscientes de la magnitud, hasta que empezó a llegar el petróleo a las playas» de Lima y la vecina provincia del Callao, pero aseguró que «la labor de limpieza de estas estará terminada a finales de febrero próximo».
Fernández-Cuesta explicó que quedó demostrado «que algo raro estaba sucediendo en el mar del Callao, pues nunca una fuerza súbita, extraordinaria, ha sido capaz de arrancar de cuajo dos tuberías de la refinería de La Pampilla, cuando era abastecida de crudo por un barco».
La empresa sostuvo que un oleaje anómalo provocó que las tuberías de suministro del petróleo se desconectaran y generaron el derrame, precisamente el día que una erupción volcánica estalló en la remota isla de Tonga y motivó alertas de tsunami en Ecuador y Chile.