El artista español presenta en la FIL de Guadalajara un libro en el que cuenta la historia de sus grandes éxitos musicales
El amante bandido se nota cansado. Avanza lento por el escenario y con la mirada extraviada, como si hubiera perdido la costumbre de estar sobre un entablado como lo ha hecho centenares de veces. Su voz ha relajado la potencia de antaño y ha degenerado en un sonido ronco, áspero, rudo. Le cuesta hablar. Y también escuchar. Miguel Bosé ha envejecido y los años no solo le han poblado el cabello de canas y surcado el rostro de arrugas, sino que han amortiguado la vitalidad de uno de los grandes artistas del pop en español. Él mismo parece consiente. Esta tarde dominical se presenta ante un público que lo idolatra en el foro de conciertos de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara para hacer una revelación que para su propio ego —y él lo ha tenido muy grande— puede ser brutal: “Estoy en la época de dejar ir”, dice. “Ha llegado el momento de soltar”.
Bosé ha viajado a Guadalajara a presentar su más reciente libro, La historia secreta de mis canciones (Grupo Planeta), un compendio de crónicas en las que narra momentos importantes de su vida a través de sus grandes éxitos musicales, pero que también incluye fotografías inéditas y documentos íntimos, como una carta que le escribió a su padre, el torero Luis Miguel Dominguín, con quien tuvo una relación turbulenta. A pesar de que su presentación fue anunciada como uno de los principales eventos de la FIL, esta tarde no hay colas enormes ni empujones para lograr un asiento privilegiado frente al entarimado. La jornada anterior, la presentación de un libro de autoayuda colmó el mayor salón de conferencias de la feria, hasta el punto de que decenas de personas tuvieron que escuchar la charla afuera del recinto en una pantalla enorme. Tal vez los mexicanos que asisten estos días a este encuentro literario preferirán curitas para el alma que a un amante bandido. Con todo, el público reunido en el foro de conciertos es leal y ama a su ídolo. Lo reciben con calor, con un apapacho muy mexicano, acompañado de ese olé, olé, oleeé, Bosé, Bosé, que se reserva a los personajes del imaginario popular que arrancan suspiros. Miguel Bosé recibe sonriente tanto desborde de cariño.
Su libro vuela de la mesa del Grupo Planeta, que ha dispuesto cajas llenas de la obra. La gente, en su mayoría hombres y mujeres por encima de los 30, lo ve embobada, con un tomo sobre el regazo, a la espera del momento cuando el ídolo les firme su copia. Pero antes Bosé les da un regalo maravilloso: la narración de la historia de sus canciones, como la romántica Te amaré. Afirma que es uno de sus textos más poéticos, que escribió cuando apenas tenía 20 años y era un chico que anhelaba el amor. “No tenía amores y mi corazón latía con esta carta que envié para ver si tenía una respuesta”, dice. “No he vuelto a escribir algo tan fuerte y eficaz”, admite el cantautor español. Aplausos. Gritos. Un “te amo, Bosé” lanzado con la fuerza de un flechazo.
A lo largo de la charla, que comparte con el influencer mexicano Jesse Cervantes —quien tampoco esconde su delirio por el artista español, a quien llama “una de las voces más grandes que ha dado el arte” —, Bosé cuenta como una Scheherazade de la música historias fascinantes, personales, cargadas de amor y dolor. Como la que se esconde detrás de su canción Don diablo(anda por rincones / y se esconde en los cajones / de la presa que decida conseguir si sigue así / yo se lo voy a decir / que te cante, ¡ay! mi niña / como gozo cuando guiñas / yo quisiera darte un beso chiquitín), que nació un día cuando su sobrina Bimba, con apenas cinco años, le preguntó quién era el diablo. “Fue en Ciudad de México”, recuerda el cantante. “Tenía que pensar qué responderle sin asustarla. Me preguntaba cómo se lo explico. Entonces se me ocurrió esta canción divertida, picante, que cuenta quién es el diablo sin asustar”, dice conmovido por el recuerdo de Bimba Bosé, quien falleció en 2017 a los 41 años tras dos de lucha contra el cáncer.
Otra de las anécdotas emotivas es la que se esconde detrás de Si tú no vuelves, una de las canciones que suena sin fecha de caducidad por bares y taxis de América Latina. (Y cada noche vendrá una estrella a hacerme compañía / que te cuente cómo estoy y sepas lo que hay / dime amor, amor, amor, estoy aquí, ¿no ves? / si no vuelves no habrá vida, no sé lo que haré). Es una canción, dice Bosé, que escribió tras la muerte para el padre de un amigo. Trabajaba con su equipo preparando el repertorio para uno de sus álbumes, cuando esta persona recibió la noticia de la muerte de su padre. “La tristeza en la que se sumió mi amigo fue contagiosa. Nos convertimos como esponjas que absorbimos esa tristeza”, explica. Entonces por su cabeza pasó una idea terrible: ¿qué haría él si perdía al suyo? “Pensé entonces qué le diría a mi padre si se tuviese que ir. La gente cree que esta canción es una canción de amor o de chantaje a alguien para que se quede. Sí hay mucho amor ahí dentro, porque la idea de perder a mi padre se me hacía insoportable”, admite Bosé, mientras el público se ahoga en un suspiro de ternura.
Hoy no hay espacio para la polémica. Sus seguidores prefieren escuchar estas anécdotas que recordar las controvertidas posiciones del artista, que lanzó disparates sobre la pandemia de la covid-19 y se hizo portavoz antivacunas. De la covid dijo que una élite creó el coronavirus como excusa para vacunar a la población mundial y poder así implantar a toda la humanidad “microchips o nanobots con el solo fin de controlarla”. Esta tarde la gente parece perdonarle sus despropósitos. Quieren al Bosé que los ha deleitado a lo largo de la vida con sus canciones. Al hombre entregado a la música. Al que ha venido a confesarles que el tiempo se le va y que ahora, a esta altura de una vida vivida con intensidad, quiere contar sus secretos. “Me han esclavizado demasiado estas cosas y he decidido soltarlas”, dice. “La vida es corta”, agrega. “Y debes vivirla a tu manera, porque no puedes tener la vida que quieren los demás”, asegura, pícaro y sonriente, el amante bandido.
Fuente: El País
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