Miles de trabajadores de la salud del estado de Nueva York desoyen el ultimátum del Gobierno de Joe Biden, se niegan a vacunarse contra el coronavirus y, por eso, podrían llegar a perder sus trabajos.
La gobernadora Kathy Hochul, frente a esta situación crítica, tiene planeado declarar el estado de emergencia, desplegar personal médico de la Guardia Nacional y hasta reclutar profesionales de la salud de otros estados o países, recién graduados y jubilados en caso de ser necesario.
«Todavía estamos en una batalla contra el Covid-19 para proteger a nuestros seres queridos, y debemos luchar con todas las herramientas a nuestra disposición», enfatizó Hochul.
El personal hospitalario y los empleados de los hogares de ancianos están al límite para recibir al menos la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus, según la orden, firmada el 16 de agosto pasado, por el ex gobernador Andrew Cuomo.
«El Departamento de Trabajo ha emitido una guía para aclarar que los trabajadores que son despedidos debido a que se niegan a vacunarse no son elegibles para el seguro de desempleo», explicó Hochul, mediante un comunicado.
Nueva York tiene uno de los mandatos de vacunas más estrictos de Estados Unidos que no incluye, por ejemplo, excepciones para aquellos que no quieran recibir la inyección por motivos religiosos, razón por la cual ya fue cuestionado ante los tribunales.
Unos 70.000 de los 450.000 trabajadores hospitalarios de Nueva York permanecían sin vacunarse hasta el miércoles pasado.
Ese dato revela que el porcentaje de no vacunados se redujo en 9 puntos porcentuales (de 25% a 16%) desde que Cuomo estableció la vacunación obligatoria como condición para mantener el empleo.
Al hacerlo, Cuomo argumentó que la medida era necesaria para hacer frente a la expansión del coronavirus impulsada por la variante delta.
Hochul, su sucesora, se mantuvo en la misma línea y advirtió que podría declarar el estado de emergencia, desplegar personal médico de la Guardia Nacional, y hasta contratar a trabajadores temporales procedentes de Filipinas o Irlanda para cubrir las plazas vacantes dejadas por los trabajadores no vacunados.
Con más de 42 millones de casos confirmados y más de 687.000 muertes desde que se inició la pandemia, Estados Unidos vive una situación paradójica en relación con el coronavirus.
En su caso, a diferencia de lo que ocurre en casi todo el resto del mundo, lo que dificulta el proceso de vacunación no es la falta de dosis sino la reticencia de una parte de la población a inocularse.
Hasta el 27 de septiembre un 66,6% de los estadounidenses mayores de 18 años estaban completamente vacunados y 77,1% había recibido al menos una dosis, de acuerdo con los CDC.
Las razones por las que los estadounidenses no quieren ponerse la inyección contra el Covid-19 parecen estar relacionadas principalmente con la desconfianza que sienten hacia la vacuna o hacia las autoridades sanitarias.
Algunos trabajadores sanitarios rechazan el mandato por considerar que viola sus libertades individuales, mientras que otros alegan que como ya fueron infectados por el coronavirus ya cuentan con inmunidad natural ante el virus. Cabe destacar que los expertos han advertido que este tipo de protección es insuficiente.