Un tercer atentado en las últimas 24 horas sacudió hoy Transnistria, una región separatista prorrusa reconocida como parte de Moldavia por la comunidad internacional, ante acusaciones cruzadas entre el Kremlin y Kiev de querer desestabilizar la situación en la zona fronteriza con Ucrania y el temor de que se extienda el conflicto bélico a otros países.
Varias explosiones se registraron ayer en la sede del Ministerio de Seguridad Pública y hoy por la mañana ocurrió lo mismo en una torre de transmisión radial de Tiraspol, capital de la autoproclamada república.
Ucrania acusó a Moscú de estar detrás de los ataques: «Rusia quiere desestabilizar la región, lo que sugiere que Moldavia debería prepararse a recibir ‘invitados'», declaró en Twitter el consejero de la presidencia ucraniana Mijailo Podoliak, refiriéndose a la amenaza que se extienda allí la invasión a su país iniciada el 24 de febrero.
«Lo único que puedo decir es que seguimos muy atentamente cómo se desarrolla la situación. Sin duda, las noticias que llegan desde allí causan preocupación», sostuvo, por su parte, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, en su conferencia de prensa diaria.
La presidente de Moldavia, Maia Sandu, también reaccionó al convocar al Consejo de Seguridad Nacional para seguir de cerca la situación, de acuerdo a lo informado por la agencia de noticias AFP, mientras que el autoproclamado presidente de Transnistria, Vadim Krasnoselski, llamó a una reunión de su gabinete de seguridad que se centró en «ataques terroristas contra infraestructuras e instituciones de la república».
De fondo está la posibilidad latente de que Rusia quiera crear un corredor terrestre bajo su influencia que vaya desde el Donbass, la región prorrusa del este de Ucrania donde concentra gran parte de su ofensiva, hasta Crimea, península anexionada en 2014, e incluya también a Transnistria.
Así lo admitió el viernes pasado Rustam Minnekayev, subcomandante de las fuerzas del distrito militar del centro de Rusia: «El control del sur de Ucrania es también un corredor hacia Transnistria, donde también observamos casos de opresión de la población rusoparlante».
Esta región se separó del territorio moldavo tras una breve guerra civil en 1992, en la que contó con la ayuda rusa, y provocada tras el desmembramiento de la Unión Soviética, de la cual tanto Moldavia como Ucrania formaban parte.
Se autoproclamó como república el 29 de octubre de 1990 y cuenta con un 12% del territorio moldavo y un 23% de la producción industrial, más el estratégico control de vías de transporte y gasoductos.
De unos 500.000 habitantes, tiene su propia moneda pero es sumamente dependiente de Rusia, que le suministra gratuitamente gas y tiene desplegados en ese territorio a entre 1.500 y 2.000 militares y unas 20.000 toneladas de armamento de la época soviética.
Oficialmente denominada la República Moldava Pridnestroviana, es uno de los pocos lugares del mundo que conserva el martillo y la hoz en su bandera nacional, reminiscencia de su pasado comunista que también es visible en sus innumerables estatuas de Vladímir Lenin y en su arquitectura soviética.
Si bien esta nostalgia la convirtió en un punto atractivo para el turismo, su fama internacional la alcanzó con un hecho muy reciente: el club de fútbol de su capital, el FC Sheriff Tiraspol, jugó esta temporada por primera vez la Champions League y le ganó al mismísimo Real Madrid en España.
Moldavia, por su parte, no dejó de reclamar todos estos años la integración de ambas zonas separadas por el río Dniester y acusó a Moscú de promover la independencia de esa franja, a la que considera con un estatus especial.
La guerra en Ucrania revivió esta disputa: el 5 de marzo, las autoridades de Transnistria pidieron nuevamente que se reconozca su independencia, después de que Moldavia dos días antes solicitara formalmente entrar en la Unión Europea (UE).
La autoproclamada república defiende su vínculo estrecho con Moscú e incluso en 2006 llevó a cabo un referendo en el que el 97% de los que votaron apoyaron la anexión a Rusia, en una consulta que oficialmente no fue reconocida por el Kremlin.
Por el contrario, Moldavia mantiene una política proccidental de la mano de la presidente Sandu y fue uno de los países que visitó el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, a los pocos días de haber empezado la invasión de Rusia a Ucrania.