Medios colombianos informaron que el artista murió en Mónaco, después de que una neumonía tuvo que ser atendida en un hospital en el norte de Italia, donde residía hace décadas.
Su esposa, la artista Sophia Vari, murió hace cinco meses.
Las obras de Botero, que han sido subastadas por hasta US$2 millones, dieron la vuelta al mundo: sus cuadros, destacados por personajes de grandes volúmenes, se exhiben en los museos más importantes y sus esculturas han adornado calles y plazas de grandes capitales, incluidas Madrid, París, Londres y Roma.
Su estética es tan particular que es parte del imaginario colectivo más allá del mundo del arte.
Personalidades como el presidente, Gustavo Petro, y el expresidente Juan Manuel Santos, se unieron a los mensajes de condolencias que llegaron desde la escena artística.
La alcaldía de Medellín declaró siete días de luto y desde este mismo viernes se realizarán eventos en homenaje al artista paisa.
Botero nació el 19 de abril de 1932 en Medellín, la segunda ciudad de Colombia.
Su padre, David, era un comerciante venido del campo que murió a los 40 años. Su madre, Flora Angulo, murió en 1972.
Diferentes biografías del artista han reportado que, si bien no fue criado en una familia creyente, su primer contacto con el arte fue a través de la religión, faceta clave en la sociedad antioqueña de entonces.
En la Medellín de la primera mitad del siglo XX había muchas más vitrales en las iglesias que museos.
De hecho, hoy el Museo de Antioquia, el más importante de la ciudad, dedica gran parte de su colección al llamado maestro, quien fue uno de los más importantes propulsores de la entidad, que está al frente de la Plaza Botero.
A los 12 años, Botero ingresó a una escuela para toreros en Medellín, una enseñanza que marcó su vida y parte de su obra. De hecho, la primera obra que vendió -a los 16 años en un mercado paisa, tiene una estética influenciada por la tauromaquia.
Según relató el artista, de adolescente fue expulsado de la secundaria por un artículo que escribió elogiando a Pablo Picasso y por sus dibujos, que según los sacerdotes de la escuela eran pornográficos.
Sus ilustraciones eran publicadas por el periódico El Colombiano, el más importante de la ciudad, y con el sueldo financió el fin de su bachillerato y los primeros viajes que lo llevaron a Europa y Estados Unidos.
En los años 50, Botero llegó a Bogotá y se empezó a juntar con los artistas vanguardistas de la época, dados al indigenismo y el nacionalismo.
Hizo dos exposiciones, un mural importante se ganó un premio y así logró recursos para trasladarse a Madrid y luego a París.
A finales de la década del 50, Botero volvió a Colombia y se casó con Gloria Zea, una reconocida gestora cultural y coleccionista con quien se fue a vivir a México.
Desde allí, desarrolló una lectura crítica del arte nacionalista que proponían los muralistas mexicanos, así como del arte moderno que se impartía en Europa.
Y empezó a consolidar lo que sería la línea que lo daría a conocer por el mundo, marcada por las naturalezas muertas y los volúmenes expandidos con colores muy vivos.
Fuente: BBC