La carrera para la gobernación de Florida enfrenta mucho más que a dos candidatos a gobernador: enfrenta a un baluarte del Partido Republicano que podría llegar a ser candidato a la Presidencia en 2024 y a un demócrata con una trayectoria muy inusual que tiene la misión de hacerse con el control del estado y además frenar la carrera de su contrincante.
En otras palabras, la carrera enfrenta a Ron DeSantis, el actual gobernador republicano, y a Charlie Crist, un político de larga data del estado que pasó de republicano a independiente a demócrata y ahora busca recuperar Florida para el partido de Joe Biden.
DeSantis, un gobernador polémico pero popular
DeSantis resultó elegido como representante a la Cámara nacional en 2012 y ganó la reelección en 2016. Durante sus años en el Congreso se convirtió en uno de los principales defensores del presidente Donald Trump y en una pieza clave del Partido Republicano. En ese entonces se mostró leal en algunas de las cuestiones más polémicas del Gobierno de Trump, por ejemplo criticando el repetidas ocasiones las investigaciones sobre la presunta interferencia de Rusia en las elecciones presidenciales de 2016.
En 2019 asumió la gobernación de Florida y desde entonces no ha dejado de ocupar los titulares, con posiciones polémicas que le han valido fuertes críticas pero una popularidadque muchos envidiarían.
Durante la pandemia, que golpeó con dureza a Florida, DeSantis levantó las restricciones antes que la mayoría de estados y se opuso consistentemente al mandato de uso obligatorio de mascarillas. No se quedó ahí: además bloqueó los requisitos de vacunas contra el covid-19 de los empleadores privados bajo el argumento de que así protegía los derechos y libertades individuales.
El gobernador se metió en el sensible tema de los programas educativos, apoyando una ley que los oponentes han denominado «Don’t Say Gay» y que limita ciertas discusiones en las aulas sobre la orientación sexual y la identidad de género. La medida le valió una fuerte disputa con Disney, a la que decidió recortarle libertades.
La administración de DeSantis también actuó en cuanto al aborto. Desde julio está vigente una ley que prohíbe los abortos después de las 15 semanas de embarazo, salvo casos de «riesgo grave» para las embarazadas y de una anomalía fetal que sea mortal si dos médicos confirman el diagnóstico por escrito.
La ley fue disputada en los tribunales, donde la pausaron temporalmente, pero el estado apeló y la norma está vigente mientras el litigio continúa.
En terreno migratorio, ha sido un crítico feroz del Gobierno de Biden y este agosto decidió enviar dos aviones con inmigrantes a Martha’s Vineyard, en Massachussets, en línea con la política de sus pares de Texas y Arizona de llenar autobuses con inmigrantes y despacharlos en dirección norte.
Durante su mandato, DeSantis ha tenido que hacer frente a varias catástrofes en el estado, como el derrumbe de un edificio en Surfside que se cobró 98 vidas en Miami y el azote del huracán Ian, que devastó la costa suroeste del estado. (Biden, por cierto, calificó el trabajo del republicano frente al ciclón como «bastante notable»).
Crist, el demócrata con una de las carreras más inusuales en la política estadounidense
Crist es una cara reconocible de manera instantánea en el estado.
Formó parte del Partido Republicano durante décadas. Se desempeñó como legislador estatal, comisionado de educación y fiscal general estatal. En 2006 logró ganar la carrera por la gobernación como republicano, pero más tarde cayó en desgracia con su partido por cometer un pecado capital: apoyar a Barack Obama en 2009.
Aspiró al Senado en 2010 pero, con apoyo del Tea Party, Marco Rubio logró adelantársele en la carrera. Antes de perder esas primarias, tal como se anticipaba, dejó el partido y continuó la campaña como independiente. No logró un escaño.
En 2012, Crist anunció su afiliación al Partido Demócrata. No fue una sorpresa para los republicanos, que ya lo habían visto haciendo campaña por la reelección de Obama y hablando en la Convención Nacional Demócrata.
Entonces volvió a la carrera por la gobernación en 2014 para enfrentarse al que era su sucesor, el entonces gobernador Rick Scott. Se quedó a 64.000 votos de recuperar su antiguo puesto.
En 2016 puso la mirada en la Cámara de Representantes, donde ha servido durante tres períodos.
DeSantis vs. Crist, una carrera con implicancias más allá de Florida
En las elecciones primarias de agosto, los demócratas eligieron al veterano sobre la comisionada de Agricultura Nikki Fried, que aspiraba a convertirse en la primera mujer gobernadora del estado y quien hizo campaña con la consigna «algo nuevo». Al elegir a Crist, apostaron por un candidato conocido e inofensivo que les dé la mejor oportunidad de desbancar a un republicano divisivo (un manual casi idéntico al de Biden para derrotar a Trump en 2020).
Pero su tarea no es sencilla. DeSantis había acumulado para agosto US$ 132 millones para las elecciones generales, una suma récord para un candidato a gobernador que no se autofinancia, y ha animado a la base republicana más que cualquier otro político del Partido Republicano que no sea Trump. En esa instancia, su partido superó a los demócratas en número de votantes registrados en Florida por primera vez.
Y, con el ojo puesto en 2024, el posicionamiento de DeSantis entre los republicanos parece sólido: una encuesta revelada en junio le daba un 39% de apoyos como primera opción de los republicanos para la Presidencia, por encima de Trump que obtuvo un 37%.
En ese contexto, DeSantis pasa de ser un viejo aliado de Trump a posiblemente su principal rival.
Fuente: CNN