Tu doble puede estar cerca y probablemente compartan ADN

Charlie Chasen y Michael Malone se conocieron en Atlanta en 1997, cuando Malone actuó como cantante invitado en la banda de Chasen. Rápidamente se hicieron amigos, pero no se dieron cuenta de algo que otras personas notaron de inmediato: Chasen y Malone podrían pasar por gemelos.

Malone y Chasen son doppelgängers. Son personas que se parecen mucho, pero no son parientes. Sus antepasados inmediatos ni siquiera son de las mismas regiones del mundo; los antepasados de Chasen proceden de Lituania y Escocia, mientras que los padres de Malone son de República Dominicana y las Bahamas.

Los dos amigos, junto con otros cientos de personas parecidas que no están relacionadas por nexos familiares, participaron en un proyecto fotográfico de François Brunelle, un artista canadiense. La serie de fotografías, I’m not a look-alike!, se inspiró en el descubrimiento por parte de Brunelle de su propio doble, el actor inglés Rowan Atkinson.

El proyecto ha sido un éxito en las redes sociales y en muchos sitios de internet, pero también ha llamado la atención de los científicos que estudian las relaciones genéticas. Manel Esteller, investigador del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras de Barcelona, España, había estudiado las diferencias físicas entre gemelos idénticos, y quiso examinar lo contrario: personas que se parecen, pero no son parientes. “¿Cuál es la explicación para estas personas?”, se preguntó.

En un estudio publicado recientemente en la revista Cell Reports, Esteller y su equipo reclutaron a 32 parejas de gente parecida a partir de las fotografías de Brunelle para que se sometieran a pruebas de ADN y completaran cuestionarios sobre sus estilos de vida. Los investigadores utilizaron un software de reconocimiento facial para cuantificar las similitudes entre los rostros de los participantes. Dieciséis de esas 32 parejas obtuvieron puntuaciones globales similares a las de los gemelos idénticos analizados por el mismo software. Luego, los investigadores compararon el ADN de estas 16 parejas para ver si era tan similar como sus rostros.

Esteller descubrió que las 16 parejas que eran “verdaderamente” parecidas compartían una cantidad significativamente mayor de sus genes que las otras 16 parejas que el software consideraba menos similares. “Estas personas se parecen realmente porque comparten partes importantes del genoma, o de la secuencia de ADN”, dijo. Que las personas que se parecen más tienen más genes en común “parecería de sentido común, pero nunca se había demostrado”, añadió.

Sin embargo, el ADN por sí solo no cuenta toda la historia de nuestra composición. Las experiencias vividas, y las de nuestros antepasados, influyen en los genes que se activan o desactivan, lo que los científicos llaman epigenomas. Y nuestro microbioma, nuestro copiloto microscópico formado por bacterias, hongos y virus, también está influenciado por nuestro entorno. Esteller descubrió que, aunque los genomas de los doppelgängers eran similares, sus epigenomas y microbiomas eran diferentes. “La genética los une, y la epigenética y el microbioma los separa”, dijo.

Esta discrepancia nos dice que las apariencias similares de las parejas tienen más que ver con su ADN que con los entornos en los que crecieron. Esto sorprendió a Esteller, que esperaba ver una mayor influencia del entorno.

Como el aspecto de los doppelgängers es más atribuible a los genes compartidos que a las experiencias de vida compartidas, esto significa que, hasta cierto punto, sus similitudes son solo cuestión de suerte, estimulada por el crecimiento de la población. Al fin y al cabo, solo hay un número determinado de formas de construir un rostro.

“Ahora hay tanta gente en el mundo que el sistema se repite”, afirma Esteller. No es descabellado suponer que tú también puedes tener un doble por ahí.

Esteller tiene la esperanza de que los hallazgos del estudio ayuden a los médicos a diagnosticar enfermedades en el futuro: si las personas tienen genes lo suficientemente similares como para parecerse, también podrían ser susceptibles a padecer ciertas enfermedades.

“Parece que hay algo bastante fuerte en términos de genética que hace que dos individuos que se parecen también tengan perfiles similares del genoma completo”, dijo Olivier Elemento, el director del Instituto Englander de Medicina de Precisión en Weill Cornell Medicine en Nueva York, quien no participó en el estudio. Las discrepancias entre las predicciones del ADN y la apariencia real de las personas podrían alertar a los médicos de los problemas, dijo.

Esteller también sugirió que podría haber vínculos entre los rasgos faciales y los patrones de comportamiento, y que los hallazgos del estudio algún día podrían ayudar a la ciencia forense al proporcionar una visión de los rostros de los sospechosos de delitos conocidos solo por las muestras de ADN. Sin embargo, Daphne Martschenko, investigadora postdoctoral del Centro de Ética Biomédica de Stanford que no participó en el estudio, instó a ser cautelosos a la hora de aplicar sus conclusiones a la ciencia forense.

“Ya hemos visto muchos ejemplos de cómo los algoritmos faciales existentes se han utilizado para reforzar los prejuicios raciales existentes en temas como la vivienda y la contratación laboral y la elaboración de perfiles criminales”, dijo Martschenko, y añadió que el estudio “plantea muchas consideraciones éticas importantes”.

A pesar de los posibles escollos de relacionar la apariencia de las personas con su ADN o su comportamiento, Malone y Chasen dijeron que el proyecto de las personas parecidas, y el conocimiento de que todos podríamos tener un gemelo secreto por ahí, era un medio para unir a la gente. Los dos son amigos desde hace 25 años; cuando Chasen se casó la semana pasada, Malone fue la primera persona a la que llamó. Aunque no todos los que tienen un ADN similar comparten ese vínculo, Malone dijo que veía el proyecto fotográfico de Brunelle como “otra forma de conectarnos a todos en la raza humana”.

Fuente: NY Times