Cada día surgen fintechs que ofrecen almacenar dinero de los clientes, sin necesidad de una cuenta bancaria, y entregan servicios de pagos a servicios y negocios, un producto que aceleró la inclusión financiera de América Latina durante la pandemia.
Pero nada de esto sirve porque no están interconectadas entre ellas y con las distintas instituciones, un problema recurrente en la región -aunque no en todos los países- causado por la falta de regulación y actitudes anticompetitivas de las empresas tradicionales.
En Brasil rige desde octubre de 2020 el Sistema de Pagos Instantáneos, o más conocido como Pix. Gracias a esta infraestructura de pagos creada por el Banco Central de Brasil (BCB), las tiendas necesitan una placa con solo un código QR, ya que puede ser leído por todas las aplicaciones de sus clientes, sean cuentas bancarias o billeteras electrónicas.
El sistema no solo permite transferencias directas a los comercios, sino también entre las cuentas bancarias o virtuales de los usuarios de forma gratuita, en 15 segundos y durante las 24 horas al día y siete días de la semana, sin importar qué banco o qué billetera electrónica sea.
Al ser un método de pago instantáneo, digital y habilitado para billeteras electrónicas que no necesitan estar vinculados a una cuenta bancaria, Pix permitió la adopción masiva de pagos digitales de muchos brasileños que no estaban bancarizados. Además, habilitó un método de cobro a los negocios mucho más barato y eficiente.
Con un poco más de un año de funcionamiento, Pix ya rivaliza con la tarjeta de débito y el efectivo como principal medio de pago de los brasileños y el 70% pretende usar el sistema en las transacciones del día a día, concluyó una investigación de Zetta, la asociación de empresas de fintechs, realizada junto a DataFolha.
La eficiencia y satisfacción era tal que incluso la cantidad de secuestros relámpago, donde los delincuentes robaban las cuentas bancarias de las víctimas a través de Pix aumentó en 39,1% en el primer trimestre de 2021, respecto al mismo período del año anterior. Esto obligó al BCB a reducir el límite de transacciones a R$ 1.000 (alrededor de US$ 180) después de las ocho horas de la noche.
Pero el escenario de interoperabilidad brasileño es totalmente contrario a lo que ocurre en Perú. En este caso, las principales billeteras electrónicas del país son Yape de BCP, y Plin del BBVA, Scotiabank, Interbank, Banbif y Caja Arequipa, que no son interoperables entre sí. De modo que las personas no pueden transferir dinero entre usuarios con billeteras distintas o pagar a negocios que no tengan un código QR que opere con su aplicación.
La interoperabilidad del sistema financiero en Perú es inexistente. Por ejemplo, las e-wallets más populares son propiedad de los mayores bancos del país y no fintechs, como en el caso de Brasil o Argentina. Esto sucede porque hasta agosto de 2021, las billeteras electrónicas peruanas debían estar vinculadas a una cuenta bancaria convirtiéndose, al final, sólo en una aplicación bancaria.
En el caso de Chile, existe una mayor penetración de billeteras electrónicas y estas son interoperables para las transferencias entre usuarios, pero lo que aún no está habilitado es la interoperabilidad para su uso o pago con transferencias directas con mecanismos como el código QR, lo que obliga al comercio a tener múltiples cartulinas con códigos QR o máquinas POS para recibir pagos con tarjetas de distintos emisores.
La falta de acceso a servicios financieros digitales, y la inexistencia de mecanismos para pagar ágilmente a través de ellas, perpetúa, además, un problema histórico de la región, que es el uso del dinero en efectivo.
Durante los últimos años, la industria fintech latinoamericana creció a pasos agigantados y acelerados por la pandemia. Según datos de Crunchbase, se invirtieron más de US$ 7.000 millones en empresas de servicios financieros de la región desde 2016 y solo durante el primer semestre de 2021 otros US$ 2.000 millones.
Entre el universo de fintechs, el informe KoreFusion Latam Fintech Report 2020 reveló que el 49% de las compañías de servicios financieros digitales de América Latina son de la categoría de pagos, que entregan tarjetas prepago u otras soluciones no basadas en crédito, o que su modelo de negocio está basado en proveer procesamiento de pagos.
Entre las principales están las brasileñas PagSeguro y Stone, la argentina Ualá y la mexicana Clip, pero también los neobancos brasileños Nubank, Banco Inter y Neon proveen estos servicios.
Tanto en Chile como en Perú, las billeteras electrónicas emisoras de tarjetas prepago más populares están vinculadas a instituciones financieras tradicionales del país, como el Fpay del Banco Falabella, Santander Wallet, Onepay de Transbank o MACH del Banco BCI, mientras que la única no bancaria es la fintech chilena, Tenpo.
Por último, en Argentina Banco Central (BCRA) aprobó a fines de 2020 las Transferencias 3.0, una nueva normativa que estandariza los pagos a través de una arquitectura abierta que permite que las transferencias entre el mundo bancario y no bancario sean inmediatas, y, además, que las distintas cuentas bancarias o virtuales puedan ser utilizadas para efectuar pagos en comercios de forma interoperable.
Una vez aprobada la nueva regulación y el crecimiento del uso de las billeteras a raíz de la pandemia, los bancos tradicionales, por su parte, mostraron una actitud recelosa contra las fintechs y pidieron al BCRA poner límites a las transferencias entre cuentas bancarias y virtuales por razones de seguridad, y también admitieron que ponen límites a las transferencias cuando el dinero pasa de un banco a una fintech, lo que causó tensiones y acusaciones cruzadas entre ambos sectores.