Nayib Bukele confronta a Estados Unidos

El Salvador está cada vez más cerca de China, en apariencia un socio más interesante.

El polémico presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ya dio varias señales de confrontar con Estados Unidos y de acercarse a China, un socio «más amigable», que se comprometió a invertir en el país Centroamericano una suma cercana a los 500 millones de dólares.

En mayo, el fiscal general expulsó del país a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en El Salvador (CICIES), dependiente de la Organización de los Estados Americanos (OEA), a la que Bukele dejó entrar meses antes.

Cuando en diciembre, Washington anunció sanciones contra dos altos funcionarios del gobierno salvadoreño por presunta cooperación con las pandillas callejeras y puso a la jefa de gabinete en su lista de sanciones por presunta malversación de los fondos de ayuda para combatir la pandemia, Bukele respondió: «Estados Unidos no quiere cooperación, sino sumisión».

Finalmente, tras una manifestación de activistas opositores, el presidente salvadoreño acusó al Gobierno del demócrata, Joe Biden, «de apoyar a movimientos comunistas» en el país centroamericano.

 

La migración y China

El problema que representa El Salvador para Estados Unidos se basa en la migración y en la relación con China.

Más de un tercio de los salvadoreños ya vive en suelo estadounidense y todos los días más personas desde el país centroamericano migran rumbo al norte.

Además, es probable que la confianza de Washington en la capacidad de Bukele de ofrecer a su país mejores perspectivas sea menos marcada que la que depositan en él sus electores.

Por otro lado, está la competencia con China por influir en América Latina: Costa Rica (2007), Panamá (2017) y El Salvador (2018) rompieron relaciones con Taiwán para establecerlas con Pekín.

Poco después de visitar a Donald Trump en Washington en 2019, Bukele viajó a la capital china y recibió de parte del presidente, Xi Jinping, el compromiso de invertir más de 500 millones de dólares en el pequeño país centroamericano, una suma considerable para un estado con un PIB de alrededor de 25 mil millones de dólares.

El gobierno de Biden también ofreció perspectivas de inversiones: destinará fondos por 4 mil millones de dólares para los estados del Triángulo Norte: Guatemala, El Salvador y Honduras.

Pero a diferencia de Washington, Pekín no vincula esos fondos al Estado de derecho. Y si bien Bukele no sería el primer mandatario en elegir ese camino, menos exigente, podría convertirse en un mal ejemplo -desde la perspectiva estadounidense- para otros líderes de la región.

 

¿Bukele negoció con las bandas criminales?

No sería la primera vez que un gobierno latinoamericano negociara extraoficialmente con bandas criminales. Por tal motivo, no sería extraño que el Ejecutivo salvadoreño de Bukele hubiera pactado con las conocidas pandillas Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18 para reducir las tasas de homicidios en el país.

Fue el fiscal a cargo del caso, Germán Arriaza, quien el 28 de diciembre de 2021, sostuvo «que el gobierno había cancelado sus investigaciones sobre los acuerdos con las bandas criminales».

Lo ocurrido en El Salvador tiene la fuerza de lo simbólico. Por un lado, muestra lo difícil que será para el presidente estadounidense, Joe Biden, y su vicepresidenta, Kamala Harris, implementar su plan de lucha contra la corrupción en los países del Triángulo Norte -El Salvador, Guatemala y Honduras- con el fin de frenar la migración desde esos países. Por otro lado, refleja la lucha por la influencia en el hemisferio occidental que llevan adelante Estados Unidos y China.

 

Dos victorias aplastantes consecutivas

Es cierto que Bukele es un caso especial, ya que su carrera política comenzó en el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y alcanzó la alcaldía de la capital, San Salvador, defendiendo esos ideales.

Cuando en 2017 el partido lo excluyó debido a disputas internas, Bukele fundó su propio partido, Nuevas Ideas, con el que se presentó a las presidenciales de 2019.

La disminución de la delincuencia durante su mandato como alcalde le dio un fuerte impulso para llegar a la presidencia.

El político -entonces de 38 años- entró en carrera como un forastero, ya que, durante 30 años, el FMLN y el derechista partido ARENA alternaron en el poder.

Sin embargo, Bukele ganó en primera vuelta con el 53,8% de los votos. En las parlamentarias de febrero de 2021 a su coalición gobernante le fue tan bien que ahora ocupa el 76% de los escaños en el Parlamento, que es unicameral.

 

«El dictador más cool del mundo»

Esto encaja a la perfección con su estilo de gobierno abiertamente autoritario. En términos económicos, ciertamente tiene planes innovadores. En septiembre pasado, El Salvador se convirtió en el primer país del mundo en aprobar al bitcoin como medio de pago oficial. Y ahora Bukele especula con la criptomoneda.

Una mina estatal de bitcoin y un centro de datos del que se «extraen» los bitcoins generados digitalmente deberían consolidar las finanzas estatales a largo plazo. La electricidad necesaria para ello se generará sustentablemente a partir de energía geotérmica. También se construirá una «Bitcoin-City».

En consecuencia, Bukele se presenta a sí mismo como un líder con visión de futuro. En su cuenta de Twitter dice que es el «CEO de El Salvador».

En febrero, Bukele convocó a las Fuerzas Armadas al Parlamento para impulsar una nueva ley de seguridad. Tras ganar las elecciones parlamentarias, reemplazó a los jueces de la Corte Suprema que no eran de su agrado y nombró a un nuevo fiscal general. El dictador más cool del mundo, tal como él mismo se autodefinió.