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Gustavo Petro: La tercera fue la vencida

La historia del ex guerrillero del M-19 que llegó a la presidencia de Colombia en su tercer intento.

«Me llamo Gustavo Petro, y quiero ser presidente de Colombia». Esa frase, que de tanto repetirla en plazas y concentraciones populares ya parecía el interminable mantra de un candidato que aspiraba por tercera vez a la presidencia del país, se hará realidad el próximo 7 de agosto, cuando se convierta en el primer líder de izquierda que logra conquistar el solio de Bolívar.

Pero 37 años antes, en octubre de 1985, el Flaco o Gustavito, como también lo llamaban, intentaba huir de los militares que lo perseguían en Zipaquirá por actividades subversivas en Bolívar 83, un barrio que él, como personero del municipio, ayudó a levantar tras invadir predios de una comunidad religiosa.

Ese día, con ropas de mujer, logró escabullirse, gracias a la protección de la comunidad, aunque poco después lo descubrieron y lo sacaron de su caleta y le incautaron armas y propaganda del movimiento guerrillero M-19, tan de moda en la época por sus asaltos y accionar de película.

«Pues disparé, con Julia, la que me enseñó qué era un arma de fuego. Era el entrenamiento que todo el M-19 tomaba. Nosotros éramos dirigidos por los Tupamaros de Uruguay. Subíamos a las montañas, a las cinco de la mañana, en una disciplina militar. Que una mujer nos enseñara a disparar fue una ruptura completa de todos los paradigmas», sostuvo Petro a la revista Bocas, según el diario bogotano El Tiempo.

«Pero nunca disparé contra un ser humano, nunca. Quizás a mí me hubiera devorado la violencia, como dice (el escritor colombiano de La vorágine) José Eustasio Rivera», agregó.

Uno de los hechos más polémicos que protagonizó el M-19 fue la toma del Palacio de Justicia, el 6 y el 7 de noviembre de 1985, episodio histórico del que Petro siempre negó su participación directa.

Según él, en ese momento estaba preso y era víctima de torturas, y por ello no tomó ninguna decisión sobre esa acción militar que manchó de sangre y tragedia el máximo altar de la Justicia colombiana.

Lo que sí se conoce es un vídeo de una entrevista de su época de guerrillero, en el cual aparece con bigote, con cachucha azul y tras de sí una bandera de esta organización insurgente de colores azul, blanco y rojo.

En el reportaje desde la clandestinidad, Petro denuncia la supuesta desaparición de algunos integrantes del grupo y habla sobre la espada de Simón Bolívar, la cual fue sustraída por esa guerrilla en 1974 y devuelta en 1991.

«¡La espada de Bolívar será presentada públicamente. Está en Colombia, seguirá en Colombia, seguirá en las manos del M-19 y en manos del pueblo hasta que en este país se conquisten los objetivos de libertades, justicia social, paz para todos y verdadera democracia!», afirmó en la grabación.

De entonces a hoy, Gustavo Francisco Petro Urrego pasó de guerrillero con los alias de Aureliano o Andrés a representante a la Cámara tras la desmovilización que vino con el proceso de paz con el M-19 y con la redacción de la nueva Constitución (1991); de diplomático en la embajada de Colombia en Bruselas -una salida de escape tras las amenazas en su contra que arreciaban-; a senador, donde se destacó por sus debates y denuncias sobre la penetración paramilitar en la política nacional; de candidato por primera vez a la presidencia a alcalde mayor de Bogotá; y de allí, a dos nuevas aspiraciones presidenciales, la última de ellas, la de ayer, exitosa.

Un larguísimo camino que lo llevó de las armas en las montañas de Zipaquirá a la civilidad democrática e institucional de la que está investida la figura del inquilino de la Casa de Nariño.

«Clarita y yo no nos habíamos dado cuenta de que Gustavo estaba en el M-19», señaló en el 2011 en una entrevista con El Tiempo Gustavo Petro Sierra, el padre, un hombre nacido en Cereté, Córdoba, que se dedicaba a la agricultura, pero que luego fue maestro, estudió administración de empresas en la Universidad Externado de Colombia, se convirtió en auditor de la Contraloría y tenía ideas alvaristas (por Álvaro Gómez Hurtado, el inmolado líder conservador).

La Clarita de la que habla es Clara Urrego, la maestra de Gachetá, Cundinamarca, hija de un líder liberal del pueblo con la que se casó y con la que levantó su familia de tres hijos, entre ellos Gustavo, el mayor, quien nació en Ciénaga de Oro, Córdoba, el 19 de abril de 1960, una fecha que marca una predestinación: su militancia en el Movimiento 19 de Abril.

Sus credenciales académicas

«Gustavo estudió Economía en el Externado porque yo lo convencí de que no lo hiciera en la Nacional, que era en la que quería, por las protestas y los cierres. Se había graduado como uno de los mejores bachilleres del colegio La Salle (el mismo de Gabriel García Márquez), y el Externado lo había becado», explicó su padre.

En tierra zipaquireña, al parecer, comenzaron a descollar las inquietudes políticas del nuevo jefe de Estado electo, quien vivió muy de niño la agitación que produjeron las presidenciales de 1970. Años después se convirtió en personero y concejal de ese municipio; y de allí, al monte y a la prisión.

Dentro de su formación académica está ser economista del Externado, con estudios en especialización en Administración Pública de la Esap; estudios de máster de Economía de la

Universidad Javeriana, especialización en Medio Ambiente y Desarrollo Poblacional en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica); y estudios de doctorado en Nuevas Tendencias en Administración de Empresas, en la Universidad de Salamanca (España).

Un hombre de palabra

Ya en el camino final hacia la Casa de Nariño, triunfó en la consulta de su movimiento, mantuvo su promesa y le ofreció la vicepresidencia a Francia Márqueza, la líder afrocolombiana y militante por los derechos humanos y ambientales, y venció en la primera y la segunda vuelta con la votación más alta conseguida por un candidato «progresista».

En el balotaje derrotó al explosivo ex alcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, un candidato de derecha independiente, y no a Federico Gutiérrez, a quien las encuestas etiquetaban como su gran rival.

El inesperado contendiente obligó a Petro a replantear sus estrategias, ya que el santandereano también tenía un discurso antiestablecimiento y de cambio.

«Petro es un hombre muy tímido, introvertido, quizás producto de los años en que estuvo en la clandestinidad, o de la forma como fue criado», le contó a El Tiempo en una entrevista en 2018 Jorge Rojas, uno de los asesores que más tiempo estuvo a su lado.

Pero también lo describió como «un hombre que se emociona con los porros de la Banda 19 de Marzo de Laguneta, y le gusta la música de Alejo Durán, Escalona y Máximo Jiménez, un compositor que creó una especie de «vallenato protesta».

Petro tiene seis hijos, fruto de tres uniones, la última de ellas con Verónica Alcocer, una mujer sincelejana que ejerció un liderazgo muy activo en su campaña presidencial.

«En Estados Unidos, a donde lo llevamos un tiempo por las crecientes amenazas, mientras yo leía informes de derechos humanos, él estudiaba matemática pura y me explicaba su importancia para construir las políticas públicas», indicó Rojas.

A esas disertaciones en el exilio, Petro «les mezclaba a su admirado Michel Foucault y a Jürgen Habermas, con lo que complejizaba todo, a lo que se suma su devoción por Gabo», añadió.

Y un tema que lo desvela, el de la desigualdad y la distribución de la renta, que lo llevó a estudiar las obras y a citar a menudo al economista francés Thomas Piketty.

Aunque hay muchos que están en desacuerdo con su pensamiento político y que despierta en amplios sectores muchos temores sobre lo que puede hacer con el modelo económico de país o la dirección de las reformas que planteó Petro es un líder que arrastra masas y que, en varias ocasiones, puso a girar la agenda pública a su alrededor.

Estilo de liderazgo: «un poco llanero solitario»

De hecho, su paso por la Alcaldía de Bogotá, de los roles más importantes conquistados por un dirigente de izquierda en el país, estuvo plagado de controversias y de actitudes que provocaron el alejamiento de fieles escuderos y asesores, como por ejemplo Antonio Navarro Wolff, uno de los históricos del M-19, quien lo acompañó en los primeros días de su alcaldía como secretario de Gobierno.

«Petro es un poco llanero solitario», aseguró en aquel entonces Navarro Wolff para explicar el, a veces, difícil estilo de liderazgo del hoy mandatario electo.

Decisiones polémicas como, por ejemplo, el cambio del modelo de recolección de basuras que hizo que algunos sectores de la capital tuvieran que padecer por los desperdicios durante días y que le llovieran críticas por lo que fue considerado una gestión improvisada e impulsiva.

«Tiene un temperamento muy impetuoso y autoritario, y cuando se empeñaba en sacar adelante sus propuestas no supo concitar y convocar a los diferentes sectores para ponerlos en práctica. Casó muchas peleas al mismo tiempo y eso generó mucha frustración en las metas que él mismo se había trazado», explicó Daniel García-Peña, cercano asesor y defensor de Petro en la época, de quien terminó muy distanciado, según la agencia de noticias AFP.

Luego vinieron la polémica destitución e inhabilitación del entonces procurador Alejandro Ordóñez, que fue reversada tiempo después y cuyo proceso llegó hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Pero a pesar de esas polémicas y descalificaciones, si algo mantuvo a Petro vigente en la política nacional fue el respaldo de miles de jóvenes, particularmente en su fortín de Bogotá, quienes lo ven como el líder que puede cambiar al país.

Incluso, quienes logran una foto con él la lucen en sus redes sociales como un botín. Y su cuenta en TikTok, la más popular entre quienes se disputaron la presidencia en el 2022, ya superó el millón de seguidores.

Prueba de ello fueron las concentraciones en varias ciudades del país ayer, donde miles de personas, en especial jóvenes, se reunieron para celebrar su victoria.

Pese a sus orígenes de izquierda, Petro aclaró que no es de esa tendencia ideológica. «Es que yo ya no divido la política entre izquierdas y derechas, como se hacía en el siglo XX. En ese momento yo fui un joven de izquierda. La política en el siglo XXI está atravesada por otra inquietud diferente. Hay dos grandes campos, que son la política de la vida y la de la muerte», resumió en diálogo con El Tiempo.

Por último, varias personas en Colombia no le creen y sienten temor por algunas de sus propuestas como, por ejemplo, llevar a lo público parte del dinero que cotizan los trabajadores en los fondos privados de pensión o eliminar las EPS y trasladar esos recursos al Estado para alimentar un modelo preventivo.

Y también hay quienes hablan de que una vez en la Casa de Nariño intentará reelegirse argumentando que sus propuestas necesitan largo aliento para que muestren resultados, aunque en una entrevista con CNN lo descart. «A nosotros nos interesa aplicar la Constitución del 91, no cambiarla. No me interesa la reelección», enfatizó.

Anoche, por ejemplo, durante su discurso, lanzó un mensaje conciliador y de unidad nacional, un pacto nacional más a tono con los desafíos urgentes que enfrenta el país.

Si se ve de forma epopéyica, la llegada de Petro al poder puede percibirse, por muchos, como el colofón feliz de un proceso de paz que fue capaz de desarmar y desmovilizar un movimiento guerrillero y de llevar a uno de sus miembros a la Presidencia. En suma, un triunfo de la democracia por encima del camino armado.

Otros pueden sentirlo como un momento triste y como el principio de una era de incertidumbre, de cambios radicales y peligrosos contra la democracia, la economía y la institucionalidad colombiana.

El tiempo, al final de cuentas, será el que dará el veredicto. Por lo pronto, el mantra ya se le cumplió.